Lo que entiendo que funcionaría mejor, por lo menos en parte, es proponer para todos los campos una agenda propia. No solo «funcionaría» mejor, sería mejor políticamente.
Me refiero a proponer en vez de estar todo el tiempo respondiendo al enemigo, como hemos hecho durante años. Porque así siempre estamos jugando, no solo en la cancha de ellos, sino que jugamos como ellos lo han previsto.
Que la hegemonía neoliberal no nos marque por anticipado esa respuesta obvia, la que ellos ya saben que vamos a dar y sáben cómo usarla y qué efecto puede tener.
No digo que no haya que desmentir, corregir, denunciar. Pero no debería ser la respuesta palmaria el eje de la pedagogía política en este momento
Es evidente que, en su obligado tour mediático, Alberto Fernández pretende salir de la trampa de la mera contestación, pero lo consigue a medias.
Además, el origen de esta agenda propia, la base de ella, tendría que ser una pedagogía de la escucha. No como en los focus group (que también son una manera de escuchar, aunque para ser su resultado instrumentado publicitariamente).
Propongo el ejercicio constante de una escucha sensible, que genere un discurso que la interprete con cuidado y respeto.
Ya que estamos, me permito recomendar esta idea de la pedagogía de la escucha (sobre la que hay cierta teoría desarrollada) a todos los militantes: primero escuchar y mirar qué significa lo que escuchás.