¿escuchás 
allá
ese aullido?
es el plasma
y ahí abajo
los robots otra vez renuevan el combate
ves
con velocidad cercana a la velocidad del sonido
atraviesan el desierto
los monstruosos
mecanismos

     La literatura es terreno de disputa de mitos. Allí, se representan, se interpretan, se preservan, como también, desde ahí, se plantea el cuestionamiento, la genealogía, la referencia, la búsqueda, la reinvención. Pasado, presente y futuro son vinculados más allá de una estructura lineal, lo que permite imaginar, también, otros escenarios, otras perspectivas. En ese sentido, cobran relevancia los géneros literarios, no como una forma estricta de clasificación, sino como una potencia para la escritura en lo pertinente al lenguaje y al presente de escritura y/o publicación. Este año, mi experiencia lectora estuvo muy atravesada por la ciencia ficción. Más allá de la pandemia, que también influye con sus imágenes inverosímiles, cursé materias con programas vinculados, leí un manuscrito de una novela futurista recientemente editada (ampliaremos), me uní a un taller de lectura de Dune de Frank Herbert y vi varias películas. Me enamoré de las literaturas eslavas. Así fue como conocí Todos quieren ser robots (Все хотят быть роботами), un poemario del escritor ruso Fiódor Svarovski. El título me llevó a las charlas con una amiga, con la que fantaseamos con las estéticas ciberpunk, con la posibilidad de transformar nuestros cuerpos y con esos espacios particulares, de in between entre el avance tecnológico y la vida humana que permanece en huellas. Eso mismo encontré al adentrarme en la poética de Svarovski, en la traducción de Eugenio López Arriazu: robots, ciborgs, androides, ex-humanos presentan escenas de vida cotidiana, contacto con deidades, relatos de guerra y declaraciones de afecto. Desde distintos tiempos verbales, en primera persona o interpelando, van mostrándose mundos post-apocalípticos, necesidades, memorias, deseos y ensoñaciones que proponen volver a pensar la figura del hombre máquina.

Todos quieren ser robots
a los 10 soñaba ser amigo de un robot
a los 14 me imaginaba casándome con una chica androide
a los 20 pensaba en dejar con el tiempo lo orgánico
por los materiales ultrarresistentes de carbón
solo 
estudié para ingeniero
entré en el comité del intelecto artificial
todos los veranos los pasaba no frente al mar
sino frente al monitor
iba de excursión sólo al espacio virtual
así es
de chica para el hombre la Tierra
y hasta los prójimos le son una carga
y por eso
nadie está contento con nadie
a los chinos los irritan los indios
a los rusos odian los polacos
el alemán culpa todo el tiempo por algo al francés
los árabes dicen ser bolivianos
los etíopes
al llegar a Europa
dicen que son, por el contrario, kenianos
los europeos en general
se hacen operaciones, se cambian las orejas, el pelo, la cara
todos buscan otra cosa
todos de algo se avergüenzan
nadie quiere ser quien nació
con gusto olvidan su habla natal
la ciudad donde pasearon y estudiaron
(…)

   Desde el primer poema puede leerse una cuestión que recorrerá todo el libro: la (no) identidad y el deseo de ser otrx. Todos buscan otra cosa. Lo humano se define a partir de la imposibilidad de mutar infinitamente, en tanto que los nombres y los orígenes clausuran otros destinos. Lo artificial, lo maquínico, constituye un lugar utópico, ideal para la transformación y en ruptura con los límites impuestos. Ni siquiera hace falta irse a la figura del robot clásico, se señala al hablar de las operaciones estéticas, que representan una intervención de la tecnología sobre «lo natural». De modo tal que, a diferencia de lo que podría creerse, aquello que es colocado en un futuro próximo, habita nuestro presente. El deseo de ser robot trae también esta idea: volver a mirar la máquina que ya estamos siendo. Elegirla. Cambiarla. 

sos un robot
solo en el desierto
después del ataque 124
con tus depósitos de ácido
del todo secos
queda arrastrarse por el carbono candente
y pensar cómo no asarse
y esperar que los manipuladores traseros no se desprendan
                                                                                                 [muy pronto
en este horno
donde
no tiene sentido buscar ni ácido ni agua

por el intenso campo magnético
todos los equipos callan
en verdad gritan y braman
sin ningún sentido
es imposible encontrar una marca
hacia cualquier faro propio
trazar calmo en el navegador un camino
se acabó
nadie viene en auxilio
lo empiezan
a intranquilizar negras ideas
al parecer ya es muy tarde
para hacer algo
y por el intercomunicador subespacial
no le reza a su creador
sino a algún
otro

    La figura del robot resignifica el mito de Narciso: no se trata únicamente de un enamoramiento producido en el reflejo, sino de la fascinación al descubrir la prolongación de uno mismo. La imagen. El robot no implica una forma nueva, sino un espejo, una réplica de una idea de persona. Puede verse en la fisonomía, como en la multiplicidad de la producción en masa. En la palabra, en su origen, cobran sentido muchas representaciones. Para ver de dónde viene, hay que volver al mundo eslavo: Robot surge por primera vez en la obra de teatro R.U.R. (Rossumovi univerzální roboti) escrita por Karel Čapek en 1920. En checo, robota significa esclavo, más que nada, el de los siervos de la gleba. La palabra se le ocurrió al hermano del autor, Josef Čapek, que antes había escrito una obra usando un personaje similar, pero llamándole automat. Sintetizando casi injustamente, en R.U.R., los robots se cansan de ser explotados y hacen una revolución para destruir a la humanidad. Entonces, la primera vez que se habla de Robot es para metaforizar la alienación de les trabajadores de las fábricas. Una idea que continúa en sus distintas interpretaciones. Podríamos ir hacia la cultura musical popular, no casualmente, y encontrar, por ejemplo, a la banda alemana Kraftwerk que toma estos elementos en su estética. La tapa de The Man Machine emula un afiche soviético, en el videoclip de la canción con el mismo nombre vemos hombres cabizbajos caminando uniformemente al trabajo, al comienzo de The Robots colocan la siguiente frase en ruso: я твой слуга, я твой работник (soy tu sirviente, soy tu servidor). Se han interpretado estos gestos de la banda como crítica al comunismo, incluso se los ha vinculado con los totalitarismos, cuando surgió en los 70’s. Por mi parte, insisto con la continuidad: se utiliza el cuerpo robot para denunciar una monotonía y, a la vez, por qué no, explorar tener otro(s) cuerpo(s), producir otros sonidos.

  El robot implica automatismo, copia, manipulación y funcionalidad. Aún así, el autor muestra todo lo que también puede ser, a partir de la imaginación y los paisajes intergalácticos que las distintas voces van descubriendo y admirando. Incluso, les asigna una capacidad de amar más auténtica en tanto que más material: desapasionado, insobornable, de ese ensamble
/ de moléculas inorgánicas?/ ¿qué más penetrante que el electrón?
 Les otorga la capacidad de desear y, por lo tanto, una subjetividad. A partir de allí, hay un desplazamiento: hay robots que se ocupan de trabajar, que están en los márgenes, que sólo necesitan ácido y agua, pero también hay seres que recuperan, a través de los sueños y de goces como la borrachera, recuerdos de una vida humana pasada. A veces, con una nostalgia acorde a un presente de guerras constantes, mientras que otras, en una investigación de la novedad de habitar otra corporalidad. Surgen, así, otros vínculos con lo sensorial y el afecto. La presencia del deseo trasciende la estructura inorgánica del robot.  Esto lleva a pensar en el ciborg, que combina aspectos de «lo natural» y «lo artificial, corriendo de esa manera sus fronteras.

mil soldados con escafandras
era gente especial
(mediorobot mediogente)
no mentiré sobre el Sol
para ser franco
recuerdo poco

  La naturaleza anfibia de lo mediorobot mediogente se revela superficialmente. Así como nombré al pop electrónico de Kraftwerk para mostrar el imaginario del robot, para esta figura, en una actualización de mitologías, cabe observar cómo, en la música contemporánea, distintxs artistas revisitan esta idea y modifican digitalmente su propio cuerpo. Son ejemplo de esto: Janelle Monáe, Arca, Grimes, Björk, FKA Twigs. Aun así, como una vez le escuché bromear a Helen Torres, traductora de Donna Haraway al español: hay quienes piensan que cuando hablamos del ciborg, estamos pensando en una terminator feminista, pero esto no es así. No sólo se trata de incorporar artificialidad, sino, nuevamente en una síntesis poco justa, de imaginar cómo aumentar las potencias del cuerpo para establecer otras formas de contacto con el mundo. 

  En Todos quieren ser robots, los androides sueñan con un pasado humano, recuerdan de forma fragmentaria y a partir de los sentidos, abriendo la posibilidad para una desalienación de las máquinas. La investigadora Lyudmila Vyazmitinova piensa este poemario como una balada fantástica, ya que hay ritmos de canto y presencia de formas dialógicas que unen elementos líricos con narrativos. Hay personajes y espacios que se reiteran, dando lugar a que se arme un relato, o varios. Se juega constantemente con esto, desde la ironía, por lo que incluso un perro aparece como personaje. Por otro lado, el mismo autor califica su obra a partir de lo que sería, según él, un nuevo género que denomina nueva epos, como una épica transformada. Desde esta concepción, la presencia mítica cobraría más significado. Además, tendría un aquí me pongo a cantar  cósmico: En la luna, como se titula el segundo poema, donde también se recuerda desde el miedo y se habla de la transformación del cuerpo. Una voz en primera persona muta de un presente más similar al nuestro hacia un «¿te acordás?» que coloca imágenes post-apocalípticas como una memoria compartida, lo que produce escalofríos. 

  Es así como la memoria, desde la ciencia ficción, también está muy vinculada con que las historias sean contadas en forma de verso. Cómo no pensar en la polémica que también ocurrió este año, en relación a la convocatoria del Fondo Nacional de las Artes. Hubo quienes preguntaron, muchas veces en tono de burla, cómo sería la poesía de ciencia ficción y aquí, no sólo está una respuesta en términos de materialidad o lenguaje, sino cómo los géneros que habilitan transformaciones de personajes y de voces pueden introducir formas nuevas que cambien los paradigmas literarios.

5.

tras el termotanque, en la vieja casa
se escondía un replicante
un robot parecido a un hombre
se está muriendo
tiene un infarto
el músculo cardíaco de polímero especial
se ha debilitado
adentro se ahoga el motor
—me llaman Ryuichi SI9
necesito encontrar ácido
necesito sol
¡dame ácido, ácido!
¡y llevame al aire libre!
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#Infernaliana es una serie de escritos vinculados a un proyecto de difusión de poéticas monstruosas. Se trata de visibilizar autorxs, revisar el canon, comentar lecturas actuales. Sale cada dos semanas en Trafkintu.