– Por lo general nos dormimos a las doce horas. Siempre vos antes, lo que me da oportunidad de mirarte. Pienso en los versos de Wilms Montt: te evoco dormido y te imagino dormido eterno. También pienso que alguna vez me dijiste que dormir y nada más te parece de lo más íntimo.
-Me da ansiedad pensar en el futuro. Hace poco me escribí una carta que llegará dentro de un año. Te nombré poco porque me ganaba el terror de leerla y que tu nombre ahora sea significado de dolor. El futuro me da miedo y sin embargo me imagino a mí, en sesenta años, seguro ya arruinada por otros amores no tan nobles. Una vieja pensando en su primer amor, por ahí la cara ya no te la recuerdo, lo que seguro recuerdo es la sensación, y los dos lunares en tu ojo derecho.
-Cuando me trajiste el mate a la cama me dieron ganas de escribir un poema que se llame “El amor es un gesto”. Lo seguí escribiendo cuando te miré concentrado, jugando con el piercing que tenés en el labio; cuando viajamos en la Zanella (espacio para dos y gracias); cuando me di cuenta de que ya reconocía la presión exacta con la que encaran tus labios a los míos en cualquier beso.
-No sé cuántos textos hablarán de ese lenguaje que se construye solo para dos que se aman. Antes no lo entendía, ahora me doy cuenta que todo lo que constituye al discurso que manejamos nosotros dos existirá una sola vez, por más trágico que esto suene. El tono, los movimientos sutiles, el detalle de mirarnos al mismo tiempo, casi pactado; las risas amargas después de discutir, las risas más largas después de un poco de vino.
-Escucho mucho un tema en particular, Futile Devices de Sufjan Stevens. Hay tres versos que dicen: “I would say I love you/ but saying it out loud it’s hard/ so I wont say it at all”. Me contrarío porque del mismo modo creo casi religiosamente en un graffiti que dice: “Y si amás a alguien decíselo (en un rato morimos)”. Me consuelo pensando que el amor es, en realidad, un gesto.