La impotencia ancla mis manos
La marea sube, ahoga mi pecho,
El dolor me plaga desde dentro
La incomprensión brota cual vaho:
Un niño fue inmerso en caos;
Su reserva de lágrimas se acaba
Tiene toda deidad de espalda,
Y ya no podrá ver pasar al verano.
En sus húmedos ojos se ven
Restos que la vanidad a dejado,
Con la muerte a su merced
Todas las balanza a inclinado.
En sus manos, baño carmesí,
La inocente ternura se a alejado;
Todo resalta sobre el gris
Que la pólvora a pintado.
Débil percute en su pecho
y en un sufrido mordento
Su coda, sin aplausos, a coronado.
Cuál pitonisa les preveo,
que cuanto hacen sufrir
Les tocará también vivir.
Un día, nativos del erebo,
De concordia disfrazados
Serán ustedes los desarmados.
Y la dama secuestrada recordará
como abusaron de ella,
Usando su nombre sin permiso
En beneficio a sus conveniencias.
Yo, inerme como a quien ignoro,
Dejo con bramidos en el viento
Un par de versos, claro reniego,
De la guerra jactosa de paz
Que escasas vidas ensalza
Y a montones lleva a entierro.