He abierto mi pecho y he colocado mi corazón entre tus manos en un vano intento porque me puedas ver.

Quizás lo que necesites para hacerlo sea sentir los latidos de mi corazón cuando me mirás,

cuando sonreís,

cuando mentís

y me ignoras,

cuando al atardecer entiendo que nunca vas a llegar, aunque así lo hayas dicho.

Hace ya cinco minutos he colocado mi corazón entre tus manos y aún no te has volteado

¿Será que no percibís sus latidos?

¿Será muy debil?

¿Será que no sentís su peso?

¿Estará hueco? 

¿Será que no sentís su frío?

¿Estará destemplado?

La primera gota de viscosidad chorrea hasta tu muñeca. Noto un dejo de incomodidad en los musculos de tu rostro, sin embargo no mirás. 

¿Cuánto tendrá que dar mi corazón para que lo sientas?

¿Cuan importunado deberás encontrarte para que decidas mirarlo?