Entonces sus brazos ciñeron dulces envolviendo su aroma en el mío amoldado de oscurecer gentil, deje caer mis manos en las suyas, no había miradas, no había palabras. Estaba lo sentía, las dormilonas pestañas con su leve sonrisa placentera en el roce de nuestros cuerpos.
Allí sucedía el mundo y cada atardecer inventaba un jardín secreto, la prisa tuya por descubrirlo encendían brillitos en esos ojos pícaros.
Así al ocaso daba color, así al ocaso daba sonidos en serenidad y locura.
Pintaba todos los días creando lo invisible… lo sabía ¡adoraba divagar por ratos! así lo quería, así revivía, así te acercaba, así estabas cómplice mío.
Hoy ya no , bien sabía de mi fantasía, prolongando tu amor en el aire, así en mi memoria siempre estabas.
Hoy no, hoy ya no, deslizo las sabanas.
Hoy no, hoy ya no, cierro los ojos.
y llegas y llegas y llegas y llegas sin palabras, sin mirar.
—Hoy en el jardín, la flor de los siete colores tiene una pista.
(No la busques, esa no es, es en la otra, la flor que tiene seis colores)…por que me olvidé que ya… ¿o era en la flor de los cinco colores?…
Amo su color, amo ese amor con los ojos cerrados o abiertos que existe en mis noches de fantasías, de la dinastía de una noche real con los ojos cerrados y abiertos.