El medio día a pleno amenazaba una tormenta eléctrica, nubes cargadas acechaban el cielo desencadenaría en segundos.

El ambiente como una gran burbuja encerraba el aire, alertando y alterando, a los transeúntes en las prisas de llegar, cada bicho loco a los rincones de refugios.

Por las calles rayos como banderas bajando, partidas de fórmula uno del automovilismo popular, desenfrenadas direcciones acelerando atroces a fondo el rugir de motores.

Celeste llegó sofocada, secó las gotas de transpiración que regaban hasta sus senos, esperaba el colectivo en la terminal, busco el banco más alejado cerca de la arboleda del parque para poder respirar mejor.

Pájaros inquietos de las ramas al cielo, del cielo a la tierra, del árbol a la represa, de la represa al cielo, del cielo al árbol, del árbol a la tierra, de la tierra a la represa, circuito fortuito del alto vuelo.

 En el respaldo de la madera asentó un gorrión con patas y con pasitos de pajarito y picoteando insectos de la madera como insectos con patitas de maderitas.

A la vera del lago cinco patos blancos con patas de aves y la mamá pata con patitas de ave y pico de patitos.

Por la veredita serpenteada de piedras dos adolescentes de uniformes: camisas celestes clarito con polleras bordó, medias altas al tono de las camisas y brillosos zapatos negros, la muchacha delgada con granitos en su rostro prontos a reventar, sus nombres grabados sobre el lado derecho de la blusa, Cielo y Azul, en la chica despreocupada que hacía girar un chupetín dentro de su boca.

–¡Vamos a Juanjo! ¿quién va a ir hoy al cole?

–No, yo no, el de ciencias dijo que hoy enseña tema nuevo.

–¿Qué te preocupas? si aprendes al toque.

–! No¡ no puedo bajar el promedio mamá me controla después le dice a papá, ya sabes.

–¡Dale! solo esta vez.

–No.

Tras algunos intentos fallidos de Cielo por convencer a Azul exclamó en reproche

–¡Fa nunca salís que tu mamá, que tu papá! — se alejó corriendo.

La lluvia de amague ¡que sí! ¡que no! gotas sin ánimos ¡que sí! ¡que no! Se detenían indecisas ¡más si y más no! más tumultos y corridas.

Una rana saltó como saltitos de ranas con patitas de ranitas, dos sapos deglutieron a dos insectos como sapos con patitas de sapitos, en la gramilla caminitos de ejércitos de hormigas a pasos firmes con patitas de hormigas y pasitos de hormiguitas.

Pisando las hormigas con sus zapatillas un flaco de melena muy negra, una camiseta XLL en el centro un símbolo de la paz cubriendo el jean en su estirado uso prolongado, portando una guitarra, lo acompañaba un hombre de cabello canoso en musculosa y jeans llevando un violín y una guitarra

La lluvia rebotaba ruidosa.

El muchacho con señas indicó los instrumentos al músico quien respondió con otro gesto moviendo sus manos, el chico se detuvo enfrentándolo con ademanes frenéticos de sus manos exaltando su gestualidad, ceños fruncidos acelerando su enojo con lenguaje de señas.

Celeste noto que los músicos eran sordomudos discutiendo bajo la lluvia. ¡no se detenían! Y sin medir el tiempo ¡pero mucho tiempo mojados!

Dos árboles chocaban arriba en sus copas, sus ramas se entrecruzaban abrazadas como arbolitos abrazaditos, las hojas verdes brillaban húmedas como brillosas hojitas de arbolitos mojaditos.

Doc. Ferney Geortii se leía en la chaqueta del señor que con grandes valijas se acercaba caminando al interior a su lado un adolescente con más valijas y cajas.

–Apenas llegas llámame.

–Si viejo

–¿Tenes anotada la dirección? en papel, viste por los robos de celulares, que haces si te lo sacan.

–Viejo… para.

El padre se detiene lo mira inmóvil, registrando cada rasgo de su hijo, lo abraza apretando al adolescente, prolongando el minuto que crecía a su independencia inevitable. Soltarlo al mundo.

–Hijo es difícil para mí desde que tu mamá … entiéndeme, pero estoy muy orgulloso de vos te vas a estudiar, si todo va bien en unos pocos años te recibís, vuelves a trabajar por aquí.

—El micro ya sale viejo.

Giraron escondiendo sus rostros confundiendo las lágrimas entre las gotas de la lluvia.