Entre las ramas del ocaso,
el horizonte.
Con los retazos del fracaso.
Con los media horas
en el bolsillo.
Con maletines livianos.
Flotando en el bagaje,
del divague entre viajes.
Miré otra vez el paisaje,
con el rostro goteando.
Llegaba el fin
de sueños robados,
a registrar la muerte
de algunos vagos.
Adueñarme de las tierras
de los acaudalados.
¿Qué raza son éstos
humanos tan raros?
Me tocó los hombros,
el extraño de al lado.
¡Asustaba tánto!
Le dí un tortazo.
El muerto tambaleante,
prisionero de su estado.
El cielo está en tierra,
pensé…
O el cielo, está en mi paso.
Pisaré las nubes
con fuerzas,
por si acaso.
Pisé.
Y sentí un golpazo.
No es mar.
Ni cielo.
Ni tierra.
¿Quiénes serán,
éstos pedazos pegados?
Si los vivos son raros,
los muertos más
complicados.
Los zombies, que son muertos,
caminan embriagados.
Los muertos vivos,
que están muertos
pero vivos.
El muestreo es variado.
Sin cabezas.
Cabezas solas,
con varios brazos
o el corazón sangrando.
Los muertos que hablan.
Los muertos que regresan.
¿A qué vendrán los interfectos deshuesados?
¿Y los resusitados?
Estrambóticos animados.
Vivén en el jardín de la paz.
¿Y dónde morirán los
juzgados?
Son raros los finados,
reencarnan seres
del pasado.
Algunas almas,
quedán por aquí,
paseando.
¿Estará tán mal
por allá?
Que vienen a éste lado.
Momias inmóviles.
Brujas quemadas,
por cuerpos malos.
Esqueletos coquetos,
la artritis que les habrá
dado! De deambular con tacos altos.
Las muertes con sus
esclavos, en filas nos va
acomodando.
¡Son raros los vivos!
¡Más raros los muertos
viajando!