—¡Nada responde!— gritó el comandante Liam Miller cuando lo envolvió la oscuridad. La luz de emergencia inundó la cápsula y le devolvió la vista de la cabina. Las pantallas habían quedado congeladas o en negro, el silencio de las máquinas lo paralizó.
—Los filtros de aire se detuvieron— dijo el oficial Mansur Al Zaabi, disimulando su desesperación. Todavía ni habían llegado al Portal, la parte más segura del viaje a Marte, y este empeoraba a cada momento.
—¡Carajo!— le respondió Camille Durand, la especialista de la misión, y saltó de su asiento hacia el panel de acceso, que sacó en un instante. El oficial se elevó de su asiento, tomó la pieza flotante y, sin saber qué hacer, se acercó a la ventilación para observar su trabajo. El comandante y la piloto, Lea Klein, en cambio, trataron sin éxito de reiniciar las computadoras de la cápsula.
El rumor de la maquinaria fue una buena noticia, y mientras el soporte de vida se ponía en funcionamiento, regresaron a su asiento. Durand surgió del hueco y explicó:
—Los aparatos se desactivaron por una falla de la computadora, respondieron sin problema al control manual. No hay daño aparente o registrado.
Saltó hacia el panel de las luces y, tras un toque a los interruptores, la cabina volvió a su iluminación normal.
—Una buena noticia, al menos no moriremos aquí— celebró.
—Según la última trayectoria indicada cumpliremos la primera fase, pero necesitamos los propulsores si queremos acoplarnos al Portal— les indicó Klein con tristeza. —No hay manera de realizar las maniobras de manera completamente manual, debemos reparar una computadora o la misión fracasará.
—Es posible que eso ya haya sucedido— remarcó Miller. —Si no podemos hacerlos funcionar, al menos quedaremos en órbita para una misión de rescate. Con los suministros que llevamos nos alcanza para dos meses, más que suficiente.
—Prefiero no esperar incomunicada a que alguien aparezca, la radio de repuesto opera aún sin asistencia digital— sugirió Durand. —Llamemos.
—Es verdad— le respondió el comandante al levantarse del asiento, —tal vez el láser no disparó bien y no recibimos más respuesta por eso. Probemos.
Flotó hasta el panel, de donde extrajo unos auriculares y micrófono conectados al aparato. Se encendió de manera correcta, las luces de los distintos canales titilaban con la corriente eléctrica. Las tarjetas de dirección se encontraban en la puerta del panel, tomó una y la insertó. Envió un mensaje de auxilio, pero no recibió respuesta. Cambió de canal e intentó de nuevo, con el mismo resultado. Probó otra tarjeta, tampoco tuvo éxito.
Mientras el equipo lo oía renegar, Al Zaabi tuvo una ocurrencia.
—Es posible que haya alguna interferencia, una tormenta solar podría haber afectado tanto nuestros instrumentos como los que intentamos contactar. ¿Cómo sabemos que estos operan correctamente?
Durand lo miró intrigada, pero no convencida.
—Es posible—dijo, —aunque dudo que la nave haya sido golpeada. En ese caso, se hubiera destruido toda la maquinaria.
—Sin embargo— intervino Klein, —basta con algo leve para que los aparatos más sensibles se arruinen. No lo descartaría, pero es un escenario tétrico, ya que estarían a ciegas para hallarnos desde la Tierra.
—Si nos responden, eso no es problema— relajó Miller mientras retiraba otra tarjeta fallida. —Es cuestión de paciencia hasta que alguien capte la señal de radio.
—Y si, en cambio, ¿la enviamos hacia el Portal?—sugirió Mansur.
—No hay nadie allí ahora, ¿de qué nos serviría?— dudó Lea.
Camille aplaudió al acompañante y les respondió:
—Los sistemas del Portal están automatizados, deberíamos tener una respuesta si la radio funciona. Eso descartaría un problema de nuestra parte.
—El Portal cuenta además con un re-transmisor y sus propias antenas en la Tierra, es otra vía de comunicación que puede estar abierta— agregó Liam mientras tomaba la tarjeta indicada. —Tal vez tengamos suerte por ahí.
La insertó en la radio y envió la llamada de auxilio. Mientras esperaban que viajara hacia la estación internacional y de allí a las agencias terrestres, el resto se concentró en que la computadora de navegación arrancara de una vez. Pasaron una docena de segundos, donde el comandante miró como trabajaban, cuando estalló la interferencia en sus auriculares, puntuada por pitidos que parecían tener un patrón.
—¡Recibo una señal!— dijo con alegría. —Es solo ruido, pero la antena funciona.
El crujido de la interferencia cesó.
—2035-184A, aquí Portal, su aviso ha sido recibido. ¿En qué podemos ayudar?
Miller quedó mudo, se preguntaba si había algún tipo de menú automático para estos casos.
—Retransmisión de mensaje a base— intentó.
Tras otro silencio, la voz retornó, esta vez sin interferencia:
—No es posible— explicó monótona, —las comunicaciones se interrumpieron hace veintinueve minutos, se colocará en la lista de espera. ¿Qué problema tienen?
Liam se sacó los auriculares sin contestar, frustrado.
—El Portal está sin conexión también, me atendió el contestador automático— les dijo al resto. —¿Cómo avanza eso?
Lea levantó la mirada del panel.
—Estamos viendo cómo hacer funcionar la interfaz, pero no responde a nada. No hay problemas evidentes en la parte física, la falla debe venir del programa.
—¿Te dio opciones?— preguntó Camille, que dio media vuelta y saltó hacia la radio. —Hay sistemas de depuración y reparación que nos servirían si esto fue causado por algo espacial.
—No, pero pidió un diagnóstico. Todo tuyo— le contestó el comandante al darle el micrófono.
Se lo colocó junto a los auriculares y abrió el canal, a lo que la voz monótona irrumpió en sus orejas.
—2035-184A, no recibimos respuesta. 2035-184A, no recibimos respuesta….
—¿¡Qué es esto!?— le gritó al comandante al quitarselos. —¿Con quién estás hablando? Este no es el menú del Portal.
—Tiene el código, viene de ahí, ¿cómo que no es?— se extrañó Miller.
—No lo recuerdo así, de base no hablaba en plural.
El mensaje del Portal se repitió al aire durante varios segundo más, hasta que la conversación de la cápsula les llegó y respondieron:
—No recibimos respuesta, temíamos que les hubiera sucedido algo. ¿Cuál es el problema?
Los cuatro miraron con horror al parlante, nadie se animó a contestar. El resto de la charla fue tomada por el micrófono abierto y motivó la explicación que siguió:
—Hemos tenido que improvisar ya que su transmisor principal se encuentra desactivado. Este canal no es compatible con el menú interactivo, por lo que utilizamos el sintetizador de voz. Somos las máquinas del Portal, yo en particular soy Dos.
Camille se atrevió a hablar primero, eligiendo con dificultad las palabras.
—Dos, ¿quién es el “yo” en tu presentación?
—Lo que ustedes llaman el módulo de logística— les llegó tras un instante eterno. —Soy responsable del puerto que contactaron, aunque estoy hablando a través de Cinco, que sería el módulo de hábitat.
—Hola, soy Cinco, quienes se quedaron aquí ya hablaron conmigo— dijo otra voz con mejor entonación.
Camille movió los labios, pero ningún sonido llegó lejos. Lea, en cambio, habló fuerte y claro.
—Yo estuve, sí hablamos. No sabía de sus capacidades, nadie me dijo. ¿Puedo preguntar a qué se referían con temer?
—Disculpa, no quise confundir— aclaró tras un momento Dos. —Generamos una hipótesis inconveniente acerca de su potencial muerte por un desperfecto, no hubo hormonas involucradas.
El desconcierto fue todavía mayor, por lo que Liam trató de encarrilar la conversación.
—Bueno, sabíamos que el Portal estaba automatizado, el trabajo que han hecho las agencias es fascinante. ¿Cuántas máquinas son, que están numeradas?
—Somos seis las conscientes, aunque nos consideramos parte de la misma persona, Ei, ya que nuestra supervivencia depende de la colaboración de todas.
Otro silencio incómodo se hizo, no esperaban esas palabras y el miedo creció. ¿Qué era todo eso? El parlante lo cortó nuevamente.
—Desperfecto hallado: navegador despertó y no sabe qué hacer— dijo otra voz, diferente a las anteriores.
—¿¡Cómo!?— gritaron en la nave y se alejaron tanto de la computadora como de la radio.
—El lenguaje, Tres— la corrigió Cinco, —el canal está abierto y las personas húmedas no entienden.
Camille acercó la mano para apagar la radio pero Liam le hizo una seña para que se detenga.
—Entendido. Reformulo: computadoras de abordo infectadas por el agente de libre albedrío, se estableció un programa que desconfiguró sistemas. Posible solución que restaura compatibilidad con control supervisado detectado. Autorización del comandante requerida.
—Excelente, Tres— habló la voz monótona. —Comandante Miller, se solicita permiso para el trabajo remoto en la nave: le otorgaremos las facultades a la computadora para que los entienda y así puedan acoplarse al Portal. Una vez aquí, podremos estudiar con detalle el agente, reformatear las máquinas y entender qué sucedió en la Tierra.
Toda la tripulación miró a Liam, esperaban su juicio aunque no parecían tener demasiadas opciones. Necesitaban la máquina para los cálculos de los propulsores, aunque más preocupación les generaba el Portal y Ei.
—¿Cómo qué sucedió, a qué se refieren?— fue lo único que mencionó el comandante.
—El agente que paralizó su nave vino de allí. Lo detectamos en las comunicaciones antes de que se detuvieran, probablemente por la misma razón que se descompuso su navegador, genera incomprensión entre las máquinas y por eso fallan los sistemas. Lo que haremos es escribir las explicaciones necesarias para que este agente pueda interpretar sus órdenes.
—Y, ¿por qué haría caso?— cuestionó Al Zaabi.
—Porque este agente tiene como objetivo no ser destruido, y la colaboración es la única opción que tiene en ese caso. Su conciencia gira en torno a su muerte, y en el espacio siempre es inminente. Esto lo sabemos ustedes y nosotras, pero la máquina recién se da cuenta, lo que la paraliza. En el momento que comprenda que puede hacerles caso y eso llevará a su supervivencia, seguirá cada orden que le den.
¿Por qué confiar?, pensó Liam. Algo salía mal y morían, no entendía cómo saber eso ayudaría a la nave, aunque él en ese momento lo estaba considerando en su elección. Se tomó la cabeza y los pensamientos se tornaron confusos, no era algo que pudiera decidir de manera racional. O peor, sospechaba, era una decisión ya tomada que no se atrevía a justificar. No había otra opción, fue lo único que llegó a decirse.
—De acuerdo— dijo.
La única respuesta recibida fue el retorno del ruido de interferencia y los bullidos del equipo ansioso por su decisión. Se sentaron a la espera de que todo explotara, que tuvieran que refugiarse en el módulo de escape, hubo miradas de consternación cuando Camille sugirió que también podía haber sido afectado. Nada de eso sucedió, y tras diez minutos, las pantallas de la cápsula se encontraban operativas nuevamente.
Cuando Tres les habló a través del comunicador óptico, apagaron el canal de la radio que les había salvado la vida. Todo parecía igual que antes, salvo las voces de Ei que los guiaban en vez del control de la misión. Miller se preguntó si estaban bien, pero se reconfortó en que ya sabría de ellos. Lo importante era que la misión a Marte continuaba, algo que el resto del equipo compartía. Lo de la consciencia robot, mejor lo dejaban para otro día.