Hoy es 7 de agosto y muchas personas están sin trabajo. 

No me imaginaba pasar este día pidiendo un trabajo. No me imaginaba nada de lo que está pasando. Mi relación con la religión es confusa, descreída, enojada y, por sobre todas las cosas, cultural, más que de fe. Pero desde que era una niña, mi madre, que le ha rezado mucho al santo que el mundo católico invoca hoy, me enseñó una de esas oraciones que quedan en algún lugar de la memoria y que hoy me llama poderosamente la atención: «No permitas que en mi casa me falte la subsistencia y de tu liberal mano una limosna te pido en lo temporal y humano».

Este no es un texto religioso. San Cayetano es un fenómeno cultural y social. Y político porque todo es político. Y comunicacional porque todo comunica.

Hoy veremos y escucharemos testimonios de gente que se acerca a pedirle a un santo que le traiga un trabajo. Hay cuadras y cuadras de fila en su iglesia. Personas que suplican por la dignidad de un ingreso que les permita comer. Hombres y mujeres que ruegan que en su casa no les falte la subsistencia. Creyentes que piden una limosna en lo temporal y humano. Lo humano no debería incluir que se pida limosna ni temporalidad para la dignidad. En estos últimos meses crecieron de manera constante y terrible la desocupación, la pobreza, la indigencia, la cantidad de personas que duermen en la calle porque no pueden costear un alquiler. 

Aún los descreídos tenemos alguien a quien le pedimos una ayudita en momentos de desesperación, Alguien a quien extrañamos, el Diego, Eva, una estrella fugaz y los deseos que pedimos cuando pasa un tren o cumplimos años o miramos al cielo en momentos de desesperación. Ojalá los milagros existan y se nos dé lo que tanto estamos buscando. Trabajo para todos.