Al final de mi sufrimiento
había una puerta.
Escuchame: eso que llamás muerte
lo recuerdo.
En lo alto, ruidos, ramas de un pino moviéndose.
Y luego nada. El débil sol
parpadeaba sobre la superficie seca.
Es terrible sobrevivir
como consciencia
sepultada en tierra oscura.
Entonces, todo termina: aquello que temías, no ser más que
un alma que no puede
hablar, termina de repente, la tierra rígida
cede un poco. Y lo que pensé que eran
pájaros saltando en los arbustos bajos.
Vos que no recordás
el paso desde el otro mundo,
te digo que podría volver a hablar: lo que
regresa del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida surgió
un gran manantial, sombras
azules y profundas sobre el agua azul del mar.