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De ellos nace
una quimera
resbaladiza y fluida.
Un ser desesperado
por morder y lamer
sus heridas.
Las bocas insaciables
se derraman mutuamente
una inagotable fuente
de miel tibia:
Ni las velas de mi altar
se vertieron tanto
como este néctar.
(Ninguna gota
llegó al suelo).
Su pelaje erizado,
sus bocas y hocicos
jadean
entrelazando sus lenguas
de pistilo y estambre.
El aroma a azahar,
como el del naranjo,
llenó por completo
todo aquello
que había por llenar.
Esta bestia
disfruta de morir
pues no muere
igual que las demás:
ella vive la muerte
de 1 a 2 veces
incluso hasta 3.
El final de esta
es el mismo que el de la braza:
calentar hasta volverse
no más que humo
en la oscuridad.
Nada de Nadie
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