Este frío enfría mi café mientras espero alguna señal que nunca veré.
Hoy me siento un rato ante el frío anoche-ser a resucitar papeles añejos junto a un café, clara estación de otoño, hojas caídas y vientos fantasmas.
Acá es donde me refugio de los silencios del pasado y mi lapicera lo sabe.
Por ahí suelo entrar en crisis cuando no sale algo ya de mi, ¿será que no muerdo más el polvo? o ¿será que quede tendido en la lona?.
A veces me cuesta abrir el cuaderno, aquel que te tiene detallada a mi perfección, pero lo abro y me doy cuenta que tiene muchos tachones, porque quedan aún muchos recuerdos de mi birome buscando cambiar las letras que antes parecían abstractas ante mi imaginación y que hoy sé que fueron reales.
Por momentos me cuesta escribir, entonces borro, armo, desarmo, vuelvo a escribir y no es fácil que algo parezca medianamente presentable ante los ojos del deseo que me persigue.
Porque hay vientos fantasmas, falsos dioses y mucha letra para mi cuaderno herido.
Vuelvo a entrar a mi ciudad, hace frío en el bosque donde hábito, es otoño en esta parte del hemisferio, pero nada impide que saque algo de mi para vos, porque es ahí donde los vientos fantasmas me traen cobijo, con tan solo la borra del café que use para filtrar este escrito.
Autor: Nicolás.