Súbitas y espectrales, no tienen reparo en ninguna circunstancia, el crepúsculo alimenta sus ansias y durante la cena me pauso al descubrir que están sentadas en la mesa, no se anuncian, se enuncian, se hacen escuchar. Un mapeo fugaz ausculta su intensidad, algunas son tenues, otras enceguecen, irradian rayos ultrasonoros, aturden. Eso no me disculpa, mi amor, de esos eclipses, de esas pérdidas temporo-espaciales, de mis dilatadas respuestas o ausencias. Es que algunas son decrépitas, de ultratumba, furiosos retazos de sentires que se dispersan en segundos empañando todo, algunas asfixian. Por eso las interminables madrugadas, por eso los murmullos del otro lado del muro, por eso los golpes, lo vasos, las tazas sobre la mesa y el escritorio en la mañana. Urge, escribir parece ser la única manera de amigarme con ellas, de hacerlas parte del mi mundo vivo, de compartir por un instante la sensación de dialogar con los espíritus. Son percepciones, vibraciones, es la locura forjada a través del tiempo. No me asustan las formas, porque ellas pueden deformarse, tampoco si son certeras o engañosas, de todos modos, tampoco puedo atraparlas, tampoco quiero atraparlas. He aprendido con el tiempo que nadar es más sencillo si se asimila la corriente, navegar es más placentero aprovechando los vientos sin forzar las velas, sin lamentos. He aprendido que la necesidad puede convertirse también en deseo, y el deseo termina cuando se consuma, es fugaz, móvil, siempre se está haciendo. No pretendo crear castillos inabarcables, tampoco me asiste el afán arrogante de la maestría, ni la sacrificada idea de testificar la palabra divina, no hay pretensión alguna. Estar allí, un movimiento más en una atmósfera moviente, escribir como hacer la plancha, como se siente el sol rozando la piel. Transformar la intuición en una acción, hacer una mezcla heterogénea, llena de confusiones, pero viva. Es como en la cocina, se toman algunas cosas que andan por ahí, el hambre las ordena, el placer está en la preparación y la consumación está en el plano, se pincha con el tenedor, se digiere y luego, después de un tiempo, bastante corto, el hambre vuelve a aparecer.