En un planeta en la zona habitable de la estrella MU Sagittarii, perteneciente a la constelación de Sagitario, hubo una revolución triunfante contra una dinastía colonial que extraía sus minerales preciosos para comerciar en otros sistemas, la batalla consumió los recursos y las fuerzas de todo su pueblo, Nimras colaboró en la conflagración por aquellos lares, una vez consumada la victoria hubo que reestablecer el orden social. Luego de participar en las tareas reparadoras de los destrozos producidos por el conflicto bélico, se dispuso a despejar su mente. Volando se dirige a un descampado, allí hay un árbol que pareciera que las desgracias de este planeta en guerra nunca hubiesen tocado, a su lado había un niño. Sentado, llorando. El guerrero se acerca y le pregunta al niño cual es la causa de su congoja. El niño responde:

— He perdido a toda mi familia durante la guerra, este mundo horrible, no ha hecho mas que mostrarme cosas feas, recién comienzo a ver la vida y lo único que me rodea es muerte. Ya no tengo padre ni madre… Ya no tengo motivos para vivir, me siento rendido y apenado ¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí? Ya no tengo fuerzas ni ganas. Todos están contentos porque se fueron los tiranos, pero yo no tengo quien me cuente una historia antes de dormir.

El guerrero sintió mucho pesar por la criatura, por todo ese dolor horrible para tan temprana e inocente vida. Lo mira con compasión y responde:

— Querido niño, los dolores de este mundo, a veces son mas grandes de lo que un corazón puede soportar. Dime ¿Cómo te llamas?

— Me llamo Kaus.

— Que bello nombre, como el de una estrella no muy lejos de este sistema. Escúchame pequeño, es muy cierto que no hay peor injusticia que quedarse sin una familia, mucho peor es cuando nos la arrebatan de las manos por la acción malintencionada de las armas. Pero aun en la más espantosa de las oscuridades, la destrucción en este universo tiene una función.

Si miras en aquella dirección del cielo, veras que está muy iluminada por varias estrellas. En un mundo que yo habité hace mucho tiempo, no podía siquiera verse, había que usar artefactos para poder fotografiar esa porción de la bóveda celeste. Lo llamaban: Los pilares de la creación y se ubica en lo que llamaron La Nebulosa del Águila, un cumulo de gas y polvo, y un verdadero jardín de estrellas. Allí nuevos astros florecen, a la espera de nuevos destinos mientras el universo sigue su inexorable expansión. Ese cúmulo es resultado de la muerte de estrellas muy antiguas, soles enormes que nacieron poco después del gran comienzo. Y hoy, esa muerte monstruosa, nos regala uno de los paisajes estelares más bellos, admirado y estudiado por miles de civilizaciones que recién se están encontrando con las maravillas del cosmos y tratan de entenderlo. No tengas miedo pequeño, aun con tanta muerte alrededor, toda esta destrucción es un nuevo comienzo para todos los que siguen aquí de pie. Has sido dotado con el regalo de la vida y arrojado a una de las pruebas mas difíciles, saber lo que es vivir sin un padre ni una madre. Pero no te preocupes, las familias son espacios internos, siempre podrás comenzar una de nuevo. Ven, vamos a la ciudad, allí tengo amigos entre los insurrectos, que te van a ayudar a encontrar un nuevo hogar y podrás pasar el resto de tu niñez como toda criatura se merece.

Pasados unos días, Nimras fue a la casa de la nueva familia del niño. Allí pasó la noche, y tuvieron una hermosa cena. Cuando arribó la hora del descanso el niño le pide al guerrero si le puede contar una historia antes de dormir. Por supuesto responde el invitado, sería un honor, siempre fui un amante de contar historias, pues en ellas se esconde un mensaje que traspasa a las generaciones y las personas, y nos ayudan a mirar en nuestro interior para afrontar el mundo.

Ya en los aposentos del niño nuestro guerrero pregunta:

— ¿Sabías que un día yo hablé con uno de los grandes arquitectos del universo?

— ¿En serio? ¡Cuéntame más! ¿Cómo era?

— Era tan alto que su mano estaba a la altura de mi frente. Lo invité porque un día estaba muy triste y necesitaba pedirle su consejo, estaba tan angustiado como tú esa tarde sentado bajo el bello árbol.

El niño asombrado pregunta: – ¿Y en que lugar se encontraron? ¿Donde estabas tú y donde lo invocaste? ¿Por qué estabas triste?

—El origen de mi tristeza es una larga historia y nos robará el tiempo que aquí nos ocupa. Pero déjame contarte sobre el lugar. ¿Sabías que tengo una guarida escondida?

— ¡Wow! ¿En serio?

— Si, asi es. Está en una constelación que los terrícolas llamaban Aries, pues por allí pasó el sol de los terranos el día que encarné por primera vez en ese mundo. En ese lugar oculto tengo grandes estancias y viven criaturas mitológicas increíbles y a veces olvidadas por los mortales, caminan por hermosos campos que yo mismo trabajé y cuidé para que sean su morada. Algún día, cuando tengas edad para los viajes espaciales podrás conocerla.

— ¡Siiiii! – dijo el niño exaltado de emoción, ¿Tienes esas criaturas de las que tanto hablas? ¿Los unicornios?

— ¡Por supuesto que sí! Y muchas más.

— ¡Que emoción! ¡Muero por ver unicornios! ¡Por lo que cuentas son mágicos y hermosos! Pero dime, que fue lo que hablaste con ese Dios tan gigante, ¡Cuéntame esa historia!

— Muy bien, pero antes voy a contarte un secreto, si justo un planeta que simboliza a una deidad esta pasando por las estrellas que te vieron encarnar en este mundo, puedes invitarlos a conversar, y pedirles que te den consejos, eso sí, antes es importante que le hagas una ofrenda desde tu corazón. Así lo hice, y preparé una mesa con un mantel blanco en uno de mis mas hermosos salones, allí, este gran Señor se sentó en la cabecera. En la conversación, proferí las siguientes palabras:

¡Oh gran creador! Arquitecto de todas las cosas, las que fueron, las que son y las que serán, permíteme darte la bienvenida por mis palacios, podrás quedarte el tiempo que consideres necesario y permíteme decirte que, en esta mesa donde se sirven los banquetes, pongo a tu disposición todos mis dones, todas las cosas que aprendí a hacer con la luz que me ha creado. Mi ímpetu, mi fortaleza espiritual, mi imaginación, mi creatividad, mi amor y mi música. Dejo todo esto servido para su deleite, pues que mejor que mostrarle con amor a un creador, todas las artes que se hicieron con el fuego de la vida, conferido por las antiguas artes de tus manos. A cambio, dejo a tu juicio y consideración, que pudieras darme consejo, pues tu sabiduría es recibida siempre con los brazos abiertos. Prometo estar atento a tu mensaje y entregarme a tus enseñanzas.

El dios observó y escuchó mi música, se deleitó con imágenes mientras bebíamos vino y comíamos los frutos de mis estancias. Luego de esa hermosa cena, este arquitecto llamado Júpiter por algunos, Zeus por otros, se retira para caminar por mis campos.

Cuando llega la hora del descanso, en sueños me viene un mensaje…

— ¡Wow! -Exclama el niño. – ¡Un mensaje! ¿De Zeus? ¿Y que decía?

— Una mujer se presenta, me mira a los ojos y me dice: “No le robes, el evento a una Flor. Deja que la Flor, sea el Evento”.

— ¡Que mensaje mas raro! No lo entiendo…

— Así es, es un mensaje muy complejo, llevo mil años entendiéndolo, y siempre cobra nuevo significado, pero en lo que a ti respecta, ese mensaje podría significar los siguiente: frente a la adversidad, muéstrate quien eres, pero no desde aspiraciones de victorias y grandeza, como hacen los reyes arrogantes y autoritarios. Hazlo con tus dones, ellos son la flor, compártelos, déjalos ser, sin temor. De esa forma, lo que en principio es flor se convierte en evento, en algo que es disfrutado por todos y que mejora sus vidas.

— Entonces, ¿Debo ir al mundo sin miedo?

— Por supuesto mi estimado, pues no estas solo, aun cuando estes solo, estas con el mundo y tus dones son el canal para conectar con él. Es más, antes de que te duermas voy a hacerte un regalo. En este pequeño mapa está marcada la constelación de Monoceros, el unicornio, si miras allí te estaré saludando. Por último, si algún peligro te acecha, te dejo esta pequeña piedra con la que podrás llamarme.

— ¡Woooooow! ¡Se ve increíble! ¡Muchas gracias gran guerrero! ¡Espero que vuelvas pronto! — Dijo el niño luego de abrazarlo emocionado.

— No hay por qué mi estimado Kaus, y sí, seguro algún día nos volveremos a ver. Ahora ánimo y a dormir que ya es tarde y siéntete bendecido, puesto que el universo te ha sonreído. ¡Adiós!