Introducción:
Los eclipses, en la vida de los mortales, son eventos transformativos. En los viajes de los héroes, las transformaciones son necesarias para emprender su destino, y cruzar el umbral hacia lo desconocido, camino donde encontrara su propia apoteosis y su consecuente libertad, compartiendo sus dones con sus congéneres y seres queridos. Este es el mito de un Guerrero, que es invitado de manera sobrenatural, a emprender una aventura, que se niega en un principio por no recordar sus antiguas versiones de sí mismo en el cosmos, pero el inexorable devenir de los hechos y el peso de sus mensajes, lo conminan a revelar la naturaleza de su espíritu.
Este, es el inicio de sus memorias…
Sobre La Encarnación del Nimras:
Todo comienza lejos de este hogar, en un punto lejano en el espacio, pero no tan lejos para las distancias de los astros. En el vecindario de la constelación del Cisne, en un sistema denominado por los humanos: Kepler-21, había un planeta habitado por una civilización.
Sus moradores estaban dominados por una tiranía planetaria, y las guerras civiles colmaban todo el globo intentando abatir el yugo monárquico de su emperador. Allí, buscando solucionar la interminable batalla, unos jóvenes por consejo de sabios ancianos de su pueblo, investigan la existencia de un antiguo poder que les permitiría obtener ventaja frente a los gigantescos ejércitos dinásticos.
En los mares lejanos, donde nadie se atreve a cruzar hasta cierta frontera, porque las aguas confluyen en mareas tormentosas que imposibilitan la navegación, se acercan por vía aérea los jóvenes siguiendo las coordenadas encontradas en manuscritos antiguos provistos por sus viejos consejeros. Poseían una reliquia que debía ser arrojada en un punto exacto, así se revelaría el poder que buscaban.
El artefacto cayó hacia el fondo marino, tragado por las gigantescas olas, aquello que obraba como un salto de fe, parecía hundirse inmutable sin dar señal alguna. Mientras los rebeldes miraban desde la aeronave sintiendo que sus esperanzas colgaban sobre un cordón de seda, las tumultuosas aguas devuelven un rugido, grave y estremecedor, una luz purpura crecía, parecía ascender desde las profundidades. Rompiendo las espumosas membranas de la superficie del mar, un rey gigante asomaba respondiendo al llamado. Un dios antiguo, con un traje color purpura, una corta melena y blancas barbas, veinte veces más grande que la estatura promedio de cualquier mortal, se presenta e invita a dos jóvenes, atrayéndolos suspendidos en el aire hasta tenerlos a la altura de su pecho.
Mientras movía su mano izquierda hacia arriba, un remolino comienza a agitarse en el agua subyacente, de su centro emerge una piedra preciosa y brillante, que se eleva frente a estos jóvenes, quienes contemplaban a este rey imperecedero, que no sabemos si hay más como él, pero que existe desde el inicio de todas las cosas. Atentos y perplejos escuchaban las palabras que salían de su boca, pronunciadas con una voz grave, ominosa y de un eco profundo:
—Hice esta piedra blanca, con materia de origen estelar. Su masa, es equivalente al 60% de la masa del planeta marte, pero por las artes antiguas que le confieren mis manos, pesa como una piedra ordinaria que cabe en la palma de la mano de cualquier infante. Quien la conoce, sabrá usarla, quien no, la arrojará al suelo como a cualquier otro objeto inerte e inservible.
Con su luz, más la unión de dos cuerpos, masculino y femenino, podrán encarnar al Nimras. El guerrero milenario que viaja por el cosmos, ayudando a los pueblos a librarse de la opresión de sus tiranos— dijo mientras la piedra se elevaba hacia ellos.
—Desde el inicio de la existencia, cuando arribaron las formas de vida mortales, ayude al guerrero, a través del poder de la luz estelar, para que pudiera unir fuerzas con la energía del cosmos. Durante milenios, recorrió el mismo, batallando todas las formas de opresión que se presentaran, que fueran un peligro para la vida y la existencia de las cosas.
Después de una larga vida decidió abandonar su forma corpórea y esparció su esencia por el universo como ayuda para aquellas nuevas generaciones de guerreros. Dejó en lugares ocultos templos y portales, esparcidos por todo el infinito, donde moran tótems, reliquias, llaves, y un sinnúmero de artefactos que funcionan como clave, para que aquellos combatientes que necesiten incrementar sus fuerzas y puedan solicitar su auxilio, permitiéndoles encarnarlo tomando su forma física y poder. La única condición, es que deben unirse dos cuerpos, masculino, y femenino. Sin importar el género, deben ser dos campeones como máximo o uno como mínimo— sentenció el dios antiguo.
—El guerrero adoptara su aspecto histórico, por el que siempre se lo reconoció, pero a su vez, tomara algunos aspectos característicos de quienes lo encarnen y sumará a sus poderes las habilidades de combate de quienes lo encarnen. Así, aquellos que nacieron, dotados de la esencia del Nimras, tocados por la frecuencia en la que su código primario vibra, serán llevados por el destino, a la encrucijada que marcó todas su vidas y todas sus reencarnaciones, la de liberarse, y liberar a los demás. Cada heredero de esta luz universal, llevara su travesía de distintas formas, algunos triunfaran, otros fracasaran, pero el espacio tiempo es un tejido continuo y entrelazado, una y otra vez caminaran el mismo sendero porque su función final es la de bregar por el equilibrio del universo, en favor de la vida— y esas fueron sus últimas palabras.
La piedra estelar es entregada y el gran arquitecto se retira. Volviendo a las profundidades mientras las aguas se lo tragan dejando entrever el resplandor purpura de ese misterioso ser.
Los rebeldes que pilotaban la nave recogen a los jóvenes que son devueltos gentilmente por el gran rey, y sin demora se disponen para ir a las zonas de conflicto.
Llegando a destino y guiados por las visiones que la piedra les profería instruyéndolos sobre el uso de sus poderes, los dos jóvenes saltaron de su nave al campo de batalla, arrojan la piedra que cae con ellos y juntando sus manos unieron sus cuerpos. El dije sagrado brilló, arrojando chispas anaranjadas, blancas y azules, hasta que un destello blanco encandila todo lo que los rodea. Entonces entraron al campo de batalla, pero no como dos soldados separados, sino encarnados en el héroe, enfrentando las tropas del tirano, con negras y terribles armaduras y espadas flamígeras, tan ardientes que cortaban la carne con solo acariciarla. No había disparo, ni sable que lo atravesara. Se movía más rápido que la luz, abatiendo a todos sus adversarios, con movimientos que parecían una danza, que fluía en el espacio, mientras se veían destellos que a su paso, dejaban los cuerpos del enemigo que caían tumbados sin chance alguna de vencer al gran guerrero, que lleva el estandarte del unicornio, y ayuda a las distintas formas de vida, a conseguir su libertad.
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Estas memorias, de tiempos antiguos, antes que se contaran las edades de este mundo, son fragmentos de datos que fueron encontrados en una sonda de exploración no tripulada, enviada por los keplerianos, en busca de otros mundos que habitar y con el fin de compartir las memorias de un ser, que transitó por muchas vidas, que camina entre nosotros y que asistirá por siempre a aquellos que necesiten liberarse del yugo, la tiranía y la opresión.