Reversa
El plomo retrocedió hacia su cabeza. Se incrustó en el orificio de salida, convocando con él a una miríada de gotas de sangre y astillas de hueso que se reunieron obedientes y ordenadas. En tiempo invertido, los tejidos del cerebro recuperaron su lógica a medida que se borraba el surco de la bala viajando a contramano, devolviendo imágenes. Reaparecieron puestas de sol, y paisajes imaginados. Se cruzaron dolores y rostros. A medida que la bala desandaba en procura de la sien, en estallidos inversos volvieron sonidos y sabores, olores a tostadas, un amanecer en la cama, el tal vez de otras pieles. Cuando la bala abandonó la cabeza desde un orificio que se borró con ella, ya sus ojos cerrados percibían todo lo que aun podrían ver, todo lo que estaba en el sentido opuesto del disparo. Junto con la deflagración y el humo, desapareció la desesperación, aspirados por el caño. En el tramo final de reversa, frenando en la recámara, el plomo se encasquilló en futuro.
Bajó el arma. Junto al click, el seguro le aseguró que el suicidio, al menos por hoy, no era una buena opción.