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# 2 prosita+poesía / Amar, suspense, y resetearse.

Fue un día de mayo que desperté sobresaltado, alguien me dijo al oído mientras dormía profundamente que por favor me ubique y elija, porque nadie a esta altura quiere perder tiempo. Era una voz precisa, segura, que me advertía. ¿El tiempo se puede perder? me pregunté.

Está mal creer solo en palabras y dejar al margen el vocabulario del cuerpo, yo sólo escuché la voz, encantado, con la consciencia dormida, y las palabras se filtraron como humedad por debajo de mi piel. Era todavía mayo cuando escribí:

Qué peligroso el canto de este pájaro
que circula manso en el cerebro
y todas mis ansiedades lo persiguen.
Un canto intenso
que bloquea mi torrente
y ensombrece la razón, el tiempo.

Qúe peligro el canto de este pájaro
se coló en la molécula del río
y ahora tomo sorbos de su recuerdo.

Qué peligroso el canto de este pájaro
se hizo tanta costumbre en mis días
que no lo escucho y me desespera.
Qué peligroso entregarle la vida a un pájaro,
qué peligroso...

No puedo explicarlo pero en Junio sentí que algo gris en mí nacía, una aparente bomba del suspense de hitchcock que se hace presente pero no muestra el segundero,¿Es una bomba? No creo. Empecé a creer en la publicidad de la calle: un cartel de Coca Cola que dice: “quiero una vida con vos”, un cartel de chevrolet que dice “Quiero todo con vos”, empecé a creer en que yo puedo ser el cielo celeste de alguien, pero el segundero invisible avanzaba. Para Julio el pájaro me convenció de que su canto era mi canto, y que la música que yo entonaba al volar, era música imposible de no bailar. 

Y yo creí.

Prendo focos
para que mires,
quizás con luz
este cuerpo plano
toma valor.
Por decadencia
los filamentos
están rotos.
Sin embargo,
en cada pregunta
que me hacés
el sol
de esta noche
parpadea.

Septiembre. El algoritmo incide silenciosamente en decisiones, en el espíritu del ánimo, por esto mismo intento combatirlo: Busco la música que quiero escuchar, el álbum, respeto el orden de sus temas, busco la película que quiero mirar, elijo las personas de mi alrededor, elijo donde amar y cuánta agua de mi vaso volcar. 

Hay un velo en el algoritmo, la sensación de que funciona detrás de un vidrio polarizado, no lo vemos pero él ve y escucha cada movimiento nuestro, sabe de secretos, camina por los pasillos de nuestros conflictos.

El algoritmo es un monstruo que si estás más o menos te puede destruir.

Armamos un rompecabezas

Las piezas desparramadas
sobre toda la mesa
un perímetro armado
define territorio.
Me pregunto
cuál es tu estrategia
para encontrar los encastres,
tus encastres.

Yo elijo una pieza
que parece fácil
por color o forma
encontrarle su par.

Tus manos se mueven
y prueban todo el tiempo,
te quedas en una zona,
la zona fuerte,

y de arriba se ven
dos cabezas pensantes:
de un lado fragmentos unidos,
forman un cielo,
del otro
la dispersión.

En octubre la bomba explotó en mis manos, y yo creí hasta el último segundo que el tiempo perdido no existía. Caí desmayado como esa vez en la infancia en el consultorio del médico, que descendí mientras agarraba el picaporte de salida: ¿A dónde vas campeón?, ¿A dónde voy ahora doctor? El futuro se volvió opaco otra vez, el algoritmo monstruo me acerca a rolón retándome porque volqué mi vaso de agua en otro sin dejarme ni una sola gota. 

No todo nos enseña algo, no todo es aprendizaje, a veces uno deja que melodías adentren a la cabeza y se entrega sin una razón aparente, y si esa melodía nos destruye para salvarse ella misma, tendremos que resetear el sentido. Resetear el sentido. Algo así como la poesía. 

Poesía, vos nunca intentarías destruirme.

Escribo versos de grandes poetas en un papel y me los como, uno por uno, totalmente devorados:

 “si pedaleo puedo inventar el viento” Roberta Iannamico

 “lo que no cambia solo sirve de alimento para lo que cambia” Eric Shierloh

 “luego dicen que no soy una persona fiel” Cristina Peri Rossi

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