Nos habíamos reunido con mis amigos de la infancia. Esa infancia donde los juegos tenían el acercamiento más real hacia la naturaleza. Nos conocíamos todos los lugares,nos ubicamos con árboles característicos,con alguna laguna. No poníamos a prueba de que tan aventureros podríamos llegar a ser a tan corta edad. La curiosidad y la adrenalina de las pruebas que nos poníamos a diario eran fascinantes.
Un día nos propusimos armar grupos de aventuras,de dos o tres personas,en el cual debíamos cumplir ciertos retos,con sus respectivas reglas,con sus verdaderos modos. Constaba de tres instancias y se desarrollaba en tres días. Eramos nenes,en algún momento escuchariamos a lo lejos el grito que nos causaría pánico y volveríamos con la rapidez de un rayo a nuestro hogar.
La primera instancia tenía como objetivo armar la mejor trampa casera de caza. Amábamos las palomas,aunque algún grupo ganaría sabíamos que al final lo compartiríamos con el calentar de un horno y un poco de condimento,no era llenarse,era compartir y finalizar el día.Nos pusimos en plan,seguro alguna vez usaron la tapa del ventilador con cun palito que era atado por una tanza. Colocamos cualquier comidita para los pajaritos y nos escondimos detrás de algún árbol de espesor que podría taparnos y aguardar al momento de tirar para que el animalito quede dentro. Era fallido tras fallido pero al fin y al cabo siempre ganábamos,nuestro grupo era el «Inteligente»,según los demás.El segundo reto era juntar la mayor cantidad de plata entrando a un lugar en el monte donde íbamos siempre,eran hojas especiales ya que era nuestra moneda oficial. Hojas verdes,anchas,con una forma circular,dependía de la forma para darle su valor. Nos organizamos,nos distribuimos por lugares y juntamos una bolsa llena de hojas,comenzó el Conteo y habíamos ganado de nuevo. Ya no querían jugar más,no les gustaba perder. Hasta que llegó la última prueba,la de excursionar por donde no había un camino marcado,debíamos hacerlo a pura filo de machetes o algún objeto que podía ayudar a sacarnos de encima esas plantas molestas y que nos podían lastimar. El camino se nos había puesto complicado y terminamos perdiendo.Pasamos de ser invencibles a dar una gota de esperanza de que siempre llegarían a ganarnos.Éramos de todo,sabíamos hacer de todo,había una competencia por ser los mejores.Hoy,me agarra nostalgia en honrar esos juegos de supervivencia,nuestro propio juego del hambre.