Me tuve que mudar de ciudad. Me moví. Me movieron. Dejé todo. (¿No estarás exagerando?) Mi hermana se quedó en la otra ciudad, (¿en mi ciudad? ¿ya puedo hablar de ex-ciudad?), dejé mis amistades, mis mejores anécdotas, algunos amores que dije haber olvidado y mi sentido de pertenencia quedó reducido a recuerdos. Mi historia sigue acá, en este nuevo lugar que no elegí, que no dio una primera impresión positiva pero que intento ponerle ganas y disfrutar de las cosas que elijo hacer en la nueva vida diaria.
Podrá alguno de ustedes decirme que estoy dramatizando (probablemente), que puedo tener nuevas experiencias (seguramente), que voy a conocer gente nueva (necesariamente). Pero todavía estoy procesando -como bien se diría, quedé pedaleando- todos los cambios, la salida de la zona de confort nunca es sencilla y mucho menos amigable. Yo no esperaba nada de todo esto, yo no quería ni planificaba ni un solo cambio en mi vida. Entonces, ¿Qué ocurrió? ¿Es este mi llamada a la aventura?¿ A qué aventura me estoy apuntando? ¿Cuándo puedo darme de baja? Aunque no puede ser una porque significaría que soy … un ¿héroe? Pero ¿Qué clase de héroe soy?
Ahí es cuando me repienso y digo, che pará, te estas armando la historia.
Sinceramente, en mi mente estoy de vacaciones, en algún cumpleañitos que dura más de unas horas, algunos meses particulares y sorpresivos y vuelvo (pero no yo sino como otro, no ya el que se fue de la ciudad B sino el que atravesó la provincia T) Y, en este punto, me inundo de dudas ¿Cuándo puedo hablar de eso que fui y en qué momento me convierto en eso cambiado? Sin hacerlo demasiado rebuscado ¿Ahora qué? ¿A dónde estoy yendo? ¿Es esto lo que quiero para mí? Bueno, me corrijo. Se que no soy el único que se hace preguntas así que, querido lector, voy a pluralizar la siguiente pregunta ¿Estamos yendo a donde queremos ir?
En fin, como siempre, demasiadas preguntas, muy pocas certezas y el casino que está enfrente a la nueva universidad donde curso…
¿Será ese el verdadero llamado a la aventura?
No lo se pero las puertas están abiertas a la aventura.
23. Nunca fui bueno poniéndole título a mis escritos.