De un pibe que se quedó huérfano y se crio en la calle se dice que puede tocar y acompañarse solo al mismo tiempo. Al hijo de una india toba que se murió de hambre y un hachero que se suicidó de pobreza van a golpearlo los nazis en París, van a decirle negro de mierda y van a romperle su guitarra de lata, porque tal vez esa guitarra pueda fundirse para hacer balas. A veces mezcla todo, improvisa sobre la armonía, hace citas raras: en el medio de un flamenco dice “esto me hace acordar a mi tierra, el Chaco”. En la versión de “Bésame mucho” tira besos rítmicos ruidosos y vende muchos discos. El amante de Josephine, la mujer más deseada de Francia, toca con los dientes o detrás de la espalda treinta años antes que Hendrix. Es actor en una película de Narciso Ibáñez Menta. Sube al escenario disfrazado de bailarina de varieté cuarenta años antes de que Alice Cooper se travistiera. El huérfano no sabe que Duke Ellington espera hace mucho para venir a Buenos Aires y darle besos a la francesa. Tiene una púa de acero que rompe las cuerdas y llora como un nene cuando lo aplauden mucho. El pibe criado en la calle, el amigo de Discépolo, puede sobrevivir boxeando por plata con marineros. Puede tocar Bach y puede tocar a los Beatles sin haber leído nunca una partitura. Puede hacer que la guitarra hable: sus músicos saben que esa frase melódica que suele repetir cuando improvisa quiere decir laputaqueteparió.
Para escuchar el programa, hacé click acá
Relámpago de Sémola, un artefacto sonoro filoso, hecho por Mauro Fernández y Leandro Retta.