Enunciad, oh Dioses, las transgresiones cometidas en este suelo.
No soy la única que se lo pregunta. No soy la única que quiere entender qué hicimos para merecer la cólera divina. Primero el viento y después el agua, ¿con qué elemento nos van a azotar la próxima vez? Auras y Nereidas, ignoradas y olvidadas, se cobraron adeudados sacrificios para los dioses del viento y la ría ¿Será tan simple como erigir nuevos templos? Después de todo, la hybris nunca se perdona, la transgresión del límite no tiene retorno: es mentira que el perdón sea divino.
Dicen que antes de ser Bahía Blanca, antes de ser la Fortaleza Protectora Argentina, se llamaba Huecuvú Mapu, algo así como “tierra del demonio”. Y es que nos olvidamos, pero Bahía no es este lugar, Bahía está acá, pero no es la totalidad; vivimos de prestado en esta ciudad creyendo que es mundo y que nos pertenece. En esta tierra desértica de salitre y vientos habitaban espíritus malignos, los Pampas lo sabían ¿hubo algún momento en que nosotros lo supimos? ¿O acaso Bahía Blanca se gestó desde un comienzo bajo un manto secular que no nos permitió ver?
Ciudad abandonada por Dios, dicen algunos. Yo no creo. Lo que pasa es que el impío toma prestado y no paga… pero el locatario se la cobra igual.
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