Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio.

Hay algo en la noche que no es ruido, es parte del silencio. Son esos sonidos que están siempre. Y como están siempre, no están. Es como el motor de la heladera, que suena cuando en realidad deja de sonar. Es lo que se manifiesta en su ausencia. Parecido a lo que no se ve de los cuidados de la casa, las tareas que no se hacen, los platos que aparecen sucios cuando alguien no está. Los sonidos que están siempre, como un auto que pasa rápido y suave, y se aleja, y casi puedo ver las ruedas, y es parte del silencio. O el pajarito que no canta para nadie, y por eso también es parte del silencio.

Sí, ahora los pájaros también cantan de noche.

Hay partes del silencio que se le escapan. Hay partes del silencio que son ruido. Como los ruidos de los vecinos totalmente incorporados. Y sus mascotas ladrando. O las conversaciones ininteligibles de la gente que sale del bar de la vuelta de tu casa. O los ruidos dentro de tu propia casa. Un goteo. Agua que se pierde. Objetos que pendulan con el viento. Los sonidos que están siempre. Que como están siempre, no están.

Hay algo en las noches silenciosas. El silencio puede ser insoportablemente ruidoso. Hay algo en la noche que no es ruido, es parte del silencio que te obliga a escucharte. El silencio puede hacer que la propia voz se vuelva pesada. Puede atar gargantas. 

Es más fácil hacer ruido cuando no hay silencio. Es más fácil hablar con ruido, porque es más difícil que alguien te oiga. Entonces, es más difícil que alguien te escuche. Y entonces, es más fácil decir cualquier cosa. Es más fácil cantar a grito pelado.

Sí. Ahora los pájaros también cantan de noche.

El silencio puede ser insoportablemente ruidoso. Tan insoportable que hay quienes necesitan escuchar ruido blanco para dormir. A veces se usa para dormir a lxs bebés. Es el ruido que enmascara otros ruidos. Como cuando se les pone una radio a las mascotas en navidad y año nuevo para que no sufran. Es como escuchar la estática. Como ya no escuchar nada. No hay motor, ni mujeres que limpian. No hay autos ni ruedas, ni pájaros cantando. No hay goteos, ni puertas, ni objetos pendulando.

Es casi una cigarra en sufrimiento. Mil grillos motorizando gargantas. O una fuente de agua ecualizada.

El ruido blanco puede ser muchas cosas. Es, casi siempre, la versión exagerada de cómo creemos que suenan las cosas. Y cuando deja de sonar se produce el mayor alivio. Vuelven los ruidos del silencio, tan necesarios. Vuelven los pájaros a cantar por la noche.

Parece que también hay ruidos de colores. El ruido marrón es un tren viejo por vías extrañas. O un helicóptero sobrevolando el mar. O simplemente el mar, y mucho viento.También puede ser la lluvia. El ruido rosa es una cosa espantosa, es la copia barata de un chaparrón. Parece que también hay ruido azul, violeta, amarillo, naranja, verde. Bermellón, turquesa, tuti-frutti multicolor. Y todo ese ruido es una mezcla asquerosa en la que ya no se distingue nada. No llega a ser gris, no llega a ser negro. Y hay gente que se pone eso para dormir.

Es que no podemos cerrar los oídos como cerramos los ojos. Y hay partes de la noche que no logran hacerse silencio. Hacerse adentro. Hay sonidos que están siempre y que se escapan. Nos escapan. Es más fácil decir cualquier cosa en una noche de barullo. Y aun así, hay pájaros que se animan a salir a cantar en la noche que no es ruido.