… Estaba fuera de mí misma y sin embargo lúcida, extrañamente calma, capaz de hacer la cadena para impedir a los bomberos avanzar o atizar el fuego que quemaba un montón de sotanas, de ver escenas bastante aterradoras permaneciendo bien derecha sobre mis dos piernas. La multitud era a la vez el patio de la escuela en recreo, una asamblea de mujeres histéricas o grupos perfectamente conscientes de hacer lo que querían hacer y lo que debían hacer. Había tantas risas vengadoras y muy sanas (venidas de esa suerte de fondo del buen sentido popular) como gritos de odio salvajes. Las mujeres se precipitaban para ver a las víctimas, de las cuales no podían soportar la vista (o al menos algunas de ellas). Lo que me hace bien es que yo estaba realmente con ellos, no como una espectadora; y que por un minuto no hubo ni desconfianza en ellos, ni miedo y desconfianza de mi parte. Todo el mundo se alentaba o se tomaba del brazo para persuadirse, para convencerse los unos y los otros. Comprendía mal pero lo bastante, cuando mi brazo era  tomado por la mano de un hombre o una mujer para, a falta de palabras coordinadas, responder a mi manera.

España… es como el viento que sopla en la cara: no se elige.

Es a cada paso Santa Teresa y las tejedoras. El delirio místico y el sacrilegio. Creo que la verdadera vida carece de sentido, dónde la percibiría si creyera a conciencia que puede existir en algún lugar del mundo… salvo en seres inexistentes. Lo que reconforta y alivia y cura, es el codo con codo y la esperanza profunda que nace de estos contactos. Lo que podría deprimir: la fosa cavada entre la capacidad revolucionaria de la multitud dispuesta a arriesgar todo y capaz de organizar ella misma sus «excesos», y la incapacidad y la apatía de los jefes y de los intelectuales que trataban todo esto como tristes del «lumpen proletariado».

Extremos de ciudades

terrenos lejanos

praderas bañadas de cielo

Todos los ríos y todos los vinos

ruedan en mi cabeza

Manzanares y Mocka

¿dónde era?

La tierra se entreabre

Todos están ahí

aquellos que por milagro

compartían con alegría

y el odio y la alegría

Un río de sangre sumergió estas sonrisas de niños.

La metralla hizo callar esos cánticos de adolescentes.

Fe esperanza caridad

«al infierno se fueron».

Más allá de las derrotas atroces

victorias invertidas

libertades mutiladas

la guerra le grita a la muerte

Todos están ahí

en el fondo del abismo

riéndose de sus hermanos

los vivos

estos apóstoles de la desgracia

que saben solamente llorar en el polvo

gemir al borde de las tumbas.

Las mandíbulas de los esqueletos

crujen y se estiran

en una única risa sardónica

cuando esta lamentación de sombras carnosas

consigue llegar hasta ellos.

«Seres informes, híbridos

¿estaría ahí su desgracia

que hubiera lugar para todo el mundo en el sol

y que pudiésemos sobrevivir a lo que sólo

parece digno de ser vivido?

Estarán siempre fuera del juego:

ustedes componen con ustedes mismos

nunca irán a liberarse, deslumbrados

pupilas irradiadas, bocas en fuego, vientres ardientes

a la masacre bienintencionada.

Tienen demasiado que hacer en los cementerios de la historia

tienen demasiado en qué pensar

en su pobre pesada cabeza

demasiado para decir con sus labios amargos

de donde escapan todas las incoherencias.

Tienen también 

demasiados tesoros para derrochar

en sus manos eternamente vacías.

Seres sin forma… híbridos

no conocen todavía

que sólo el instante quiere ser vivido

ustedes prefieren prolongar los milagros

que no deben más que a nosotros mismos.

Lo que les queda de existencia

se escurre como la arena entre los dedos

y dejan hacer

inmóviles

o bien aceleran su ruina

al ritmo discontinuo de maniquíes mecánicos

o bien insisten pesadamente

en toda su razón clarividente

en toda su sabiduría pertinente.

Sí, sus lágrimas pretenden reír.

Si no saben del aquí y ahora

«conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos**»

es que pronto

nuestro infierno cubrirá el universo:

fuego del cielo

estallidos de tierra

lava ruidosa

gemas preciosas

les golpearán de lleno en el corazón

en un caos sonoro, absurdo y brillante.

* Tomado de LAURE, «Lo sagrado» (2014). Buenos Aires: Hekht. pp  41-48.

**Es uno de los proverbios del infierno de William Blake, que Laure venía de leer por primera vez en España, en la traducción de Grolleau (Las bodas del cielo y del infierno).