Estoy hablando de Marttein en Niceto el miércoles pasado, que no sólo tocó todo su nuevo disco
sino que también resucitó sus primeros temas de la mano de El Pepe, Jeremy Flagelo, Juana Rozas
y Lucy Patané.
La primera vuelta se agotaron las entradas con semanas de anticipación. Fue la medianoche
del 18 de octubre en Maquinal, acompañado de Gaspiedieyoung y Queenk. Habiendo tomado unos
roncola y tirado unos pasos ya entonada, me pegué al escenario para ver el show bien de cerca.
Porque Marttein está en los detalles, en los gestos, en la coreografía, en los múltiples cambios de
vestuario, en la iluminación ―que oscila entre lo siniestro y lo estroboscópico―, en el cast que lo
acompaña tanto en los videoclips como en vivo, en el hilo de baba que le cuelga durante el último
tema sin caerse.
Si bien la noche es un tópico recurrente en su música, en este último disco Marttein le da
una vuelta de tuerca y la pinta de tungsteno con una lámpara de tubo a punto de quemarse. Retoma
un imaginario arltiano: el de los cafetines, los infelices y los atorrantes. Mezclando lunfardo,
electrónica, punk y cumbia, confecciona un nuevo arrabal por el que el Rubio se busca una vida sin
encontrarla. En nueve temas define su derrotero, en el aire viciado de los antros se respira el
fracaso. No hay más sopor, no hay más risas. Ya no es la fiesta en la que se toma y se baila hasta el
olvido: el humo de los puchos se eleva al techo y se disipa. Muerta la euforia, queda únicamente la
ominosa sensación de estar echándose a perder.
El Niceto fue de las rubias: La Piba Berreta abrió el show con una selección de temas de
Golpe de (M)Suerte y Un Dios Nuevo, regalándonos también un tema nuevo con tintes sesentosos y
muy parcos. La Rusa abre el show, pero también una puerta a una realidad fantástica, pesadillesca.
Ahora que te lo perdiste, no te queda otra que teletransportate a Córdoba inmediatamente,
sacar tu entrada para Ciudad de Gatos el 14 de diciembre o morirte de FOMO. Que te sea leve.
Cada día más cursi.
