A Salvatore Quasimodo

Los girasoles, a pesar del día, no se levantaron más a mirar el sol.

Las mujeres con una palangana bajo el brazo

-y con el otro-  agarrando las manos de sus tres hijos

para entrarlos,

a ese párpado gigante, la casa.

Donde se escucha pero no se ve: Nace el poeta.