Cada mañana, al ir a laburar, su colectivo pasaba por la villa cercana al barrio privado de Laguna Escondida. La villa era un reino de paredes de ladrillos y techos de chapa gris, no tan diferentes a donde ella vivía. Cada mañana por las ventanas del colectivo ella veía las casas, las banderas de movimientos sociales y la gente que habitaba en ese lugar.
El barrio y la villa estaban separados por un par de minutos de distancia y las altas paredes blancas y rejas de Laguna Escondida, ubicada en las afueras de Buenos Aires.
La casa de Margarita se encontraba en la parte mas central del barrio. Era una casa relativamente pequeña para los estándares del barrio, con solos dos pisos. Estaba construida con un estilo seudoclásico, con muchos pilares y arcos. Sus paredes estaban pintadas de un color beige.
Ana María Aucapoma siempre entraba por la entrada de la cochera mas disimulada al lado de la entrada principal, con la llave que le habían dado. Ella pasaba por la cochera de Margarita, que contenía una gran cantidad de cajas llenas de objetos sin usar y su auto (un Mercedes) el cual tampoco tenía tanto uso, y entraba al living.
7:45
-Buenos días-dijo Margarita desde la barra de la cocina cuando Ana María entró.
Margarita era una mujer de sesenta y tantos años, aunque su pelo corto (en un estilo de corte a tazón) no poseía el gris que esos años llevarían ya que se lo teñía de un rubio platino. Tenía algunos kilos de más y su piel tenía el tono de los bronceados artificiales. Vestía una bata blanca, su cabello estaba algo despeinado y no llevaba las joyas y maquillajes que normalmente usaba.
-Buenos días-respondió Ana María.
Ella era mas joven que Margarita, con alrededor de treinta años. Siempre vestía el mismo uniforme en el trabajo: un simple vestido negro con delantal blanco. Llevaba su cabello negro atado en una trenza y era algo regordeta.
-Los invitados vendrán al mediodía, acordate- repitió Margarita. Desde que se había organizado el plan, Margarita había sentido la necesidad de reiterar que este iba a suceder media docena de veces todos los días.  
Ese día Ana María se quedaría mas tiempo por la presencia de invitados.
-Todo estará listo para entonces-dijo Ana María.
-Perfecto-dijo Margarita, y tomó un sorbo de su taza de café (siempre tomaba café, nunca mate).
Margarita era una mujer que había nacido en un contexto de riqueza, la cual incremento incluso más al contraer matrimonio con su esposo John, cuya familia y su dinero habían llegado junto a La Forestal décadas antes.
Había empleadores que eran mejores que Margarita, pero también habían otros que eran peores. Mirándolo en su totalidad, ella era una perfectamente decente. Una vez incluso había pagado aguinaldo.
Ana María empezó su rutina de trabajo diaria. Mientras lo hacía, Margarita normalmente se quedaba viendo la televisión en el living o escuchando la radio.
Su rutina diaria era la siguiente:
-8:00, lo primero que hacía era prepararle el desayuno a Margarita. Ella normalmente se preparaba un café, pero caía en Ana María el deber de preparar la comida.
La cocina estaba ubicada al lado del living y el comedor. Una apertura en la pared era donde estaba posicionada la barra que permitía ver el living desde la cocina y vice versa. La cocina estaba pintada de un azul claro y unas grandes ventanas daban una vista del amplio patio.
En la cocina, en una esquina, también estaba el pequeño teclado que activaba y desactivaba la alarma de la casa.
Ese día preparó y sirvió unos waffles con dulce de leche que Margarita se puso a comer en la barra de la cocina.
-8:15: Entonces, ella se dirigía al dormitorio de Margarita, en el segundo piso.
El segundo piso consistía mayoritariamente de un amplio pasillo que conectaba sus varias habitaciones. Este tenía una alfombra roja en el piso y en las paredes varias ventanas y cuadros. En el centro del pasillo, en frente de las escaleras, estaban las puertas dobles de la habitación de Margarita.
La habitación de Margarita era una mezcla de dormitorio y estudio (Ana María no sabía porque tenía ese elemento de estudio, ya que por lo que ella sabía Margarita no había tenido un trabajo en varios años. O quizás nunca).
La sección de “estudio” era la parte izquierda, la cual tenía un grueso escritorio de madera negra en la cual estaba una laptop cara que Margarita raramente usaba (esta laptop era una diferente a la que se encontraba en el living). La parte derecha consistía de una gran cama matrimonial, en la que Margarita dormía sola desde enviudar desafortunadamente hacía varios años, en frente de la cual había una mesa con una televisión de pantalla de plasma. A un lado de la cama contra la pared había una cómoda, encima de la cual estaba la cajita.
La cajita era una pequeña caja negra, solo un poco mas grande que un paquete de cigarrillos, cerrada con un candado dorado y sostenida por unas cuatro pequeñas patas también doradas. Esta caja contenía unas joyas, como le había informado Margarita. Ana María asumía que estas tenían algún valor sentimental aunque nunca había escuchado su historia, ya que Margarita era muy insistente en que mantuviera la cajita bien limpia y pulcra. Por lo tanto Ana María se encargaba de que nunca tuviera ni una mota de polvo.
En los dos primeros cajones de la cómoda, debajo de la cajita, había una variedad de collares y anillos y demás joyas. Los cajones mas abajo contenían una serie de prendas que Margarita no guardaba en su armario, el cual era una pequeña habitación adyacente, por cualquier motivo.
En frente de la puerta que daba al balcón había dos pequeños sillones, uno en frente del otro, separados por una cierta distancia. Dicha puerta de cristal daba acceso a un amplio balcón y a una vista del patio.
Al balcón también conectaba otra puerta, la de la habitación de la hija de Margarita. Sin embargo, dicha hija no vivía ahí así que la habitación no estaba en uso y tenía las persianas de sus ventanas siempre cerradas.
-9:15, aproximadamente: Ana María entonces ponía la ropa sucia de Margarita en el lavarropas, el cual estaba ubicado en su pequeña habitación entre la cocina y la cochera. Por suerte ese día no había mucho que limpiar, así que lo pudo hacer rápido.
-9:20: Era entonces que Ana María se dirigía al patio para limpiar la pileta. Había un largo palo con un red en el extremo que servía para limpiar todas las basuras (como hojas y ramas) que caían en el agua, del cual Ana María hacía uso.
El patio era tan grande que incluso poseyendo una amplia pileta (la cuál tenía una estatua de piedra de Buda al lado de uno de sus extremos), un quincho, un cobertizo y una huerta este parecía algo vasto y vacío. Los bordes de este eran los arboles altos que marcaban una sección de bosque.
-9:30: Después, Ana María sacó la ropa del lavarropas y la colgó para que se secara.
-9:40: Aunque normalmente no se ponía a limpiar exactamente cada habitación de la casa, ese día Margarita le había indicado que todo fuera lo mas pulcra posible, en beneficio de los invitados.
Por lo tanto Ana María empezó un recorrido por la casa.
Primero fue por la combinación de living y comedor. La sección izquierda era el living, y tenía un sofá y varios sillones en frente de una grande televisión. La sección derecha era el comedor, que consistía de una mesa tan larga que normalmente no era usada del todo en las comidas, incluso cuando había invitados. Estas dos secciones estaban separadas por una escalera de caracol que llevaba al segundo piso.
Alrededor del living había varias vitrinas con objetos de valor en su interior.
Ana María localizo cada mueble que tenía algo de suciedad o polvo y lo limpió con un trapo una vez y luego una segunda solo para asegurarse.
Ella también limpió las habitaciones de invitados, las cuales ella en ocasiones había usado. En esta última limpieza se aseguró de que no quedara ningún rastro de su uso, aunque hacía meses que no usaba ninguna.
Otras habitaciones que había en el primer piso eran: la pequeña biblioteca que normalmente no se usaba y dos baños separados (en el segundo piso había un tercero).

Fue entonces que terminó con su rutina diaria normal por el día. Ya que tenía que encargarse de los invitados, se apuró todo lo posible sin que la calidad del trabajo bajara y no tomo ningún descanso.

10:25
Después ella salió y compró comida con el dinero que le dio Margarita. A pedido de Margarita tenía que preparar varios platos. Compró en un supermercado cerca de las afueras del barrio, donde iba regularmente ya que Margarita siempre la mandaba a hacer sus compras.
Tras volver ella cocinó queso fondue, armo empanadas, preparo una ensalada, un asado y un par de hamburguesas. Del almacén en la casa de Margarita, localizado en el sótano, sacó vinos de las cosechas mas viejas que tenía.

12:00
Mientras continuaba con la cocina, llego la primera de los invitados: Elizabeth.
Incluso antes de verla ella conocía sus rasgos: fotos mas jóvenes de ella estaban distribuidas por toda la casa y Margarita poseía sus mismos ojos azules, labios finos y nariz pequeña.
Elizabeth tenía unos treinta y tantos años, así que por lo tanto era de una edad similar a Ana María. En contraste a ella, Elizabeth tenía largo cabello rubio suelto y vestía un elegante vestido blanco de mangas largas y anchas, ademas de varios anillos y brazaletes.
A pesar de que Ana María había trabajado ahí desde hacia un par de años, era su primera vez viendo a la hija de Margarita.
Cuando Ana María le abrió la puerta a Elizabeth Margarita apareció desde la escalera. Ahora vestía un vestido de seda azul, varios anillos y una mascara de maquillaje en su cara. Se había peinado hasta que no le quedó un solo cabello desprolijo.
-Ah, ¿te fue bien en el viaje?-pregunto Margarita, acercándose a su hija.
-Si. Lo mas agotador fue el avión-respondió Elizabeth, sonriendo pero con cansancio en su rostro. La rodeaban al menos media docena de valijas, dos de las cuales sostenía.
-Los aeropuertos siempre son una cagada…-dijo Margarita, y una vez llegada a la puerta rodeó a su hija con sus brazos. Elizabeth no esperaba eso, soltando un sonido de sorpresa y no devolviendo el abrazo-. Es bueno tenerte de vuelta-luego se volteó para mirar a Ana María-. Ana María, esta es mi hija.
-Mucho gusto-respondió ella, todo el tiempo con sus manos detrás de su espalda.
-¿Esta es la nueva empleada?-dijo Elizabeth, recuperando su compostura y colocándose su sonrisa educada-. Todavía extraño como cocinaba Justa, una lástima que se jubilara.
-Trabajo en este lugar desde hace un par de años-respondió Ana María.
-Ana María, hacenos un favor y ayúdala con las valijas y conducila a la pieza de invitados, de ser posible-dijo Margarita, ya caminando en dirección del sillón para instalarse en este.
Ana María respondió agarrando las valijas mas pesadas y empezando a caminar. Elizabeth agarró su cartera y una mochila negra.
La pieza de invitados estaba en la otra punta del primer piso. En realidad había varias piezas de invitados, las cuales normalmente no se usaban y por lo tanto ella solo limpiaba ocasionalmente.
-Me da curiosidad, ¿vos sos paraguaya o algo?-pregunto Elizabeth mientras caminaban.
-No, soy de Bolivia-respondió Ana María. Por sus venas corría la sangre del antiguo Tawantinsuyu, lo que se evidenciaba en su piel morena, ojos almendrados y en que la gente le decía bolita.
Aunque hacía años ya que había emigrado de Potosí, ocasionalmente se le notaba la tonada. La chica era perceptiva.
-Que copado, en mi departamento también labura una boliviana-dijo Elizabeth-. ¿Hace mucho inmigraste? ¿Porque inmigraste?
-Eh, si-dijo Ana María, apurando el paso un poco. Con algo de suerte, cuando llegaran Elizabeth dejaría de hablar.
-¿Sabes decir algo en indígena?
-¿Perdón?
-¿Algo en lenguaje indígena?-repitio Elizabeth, quien era una graduada de la Universidad Católica Argentina.
En ese momento llegaron en frente de la puerta de la pieza de invitados.
-Yo traeré el resto del equipaje, usted póngase cómoda-dijo Ana María, y se retiro.

12:33
Un rato mas tarde llegó el otro invitado en frente de la puerta, un hombre de cincuenta y tantos años. Este vestía una chaqueta de cuero y tenía una barba de un par de días. Sus hombros eran anchos y su torso amplio.
-Victorio, buenas-dijo Margarita, al lado de Ana María mientras ella abría la puerta. Entonces Margarita se acercó para depositar un beso en la mejilla barbuda de Victorio, el cual dejo una ligera mancha de brillo labial, él cual el limpio con su mano disimuladamente.
-Victorio, ya llegaste-dijo Elizabeth, acercándose a su lado y sonriendo educadamente.
-Hace rato que no vengo acá… La casa sigue siendo linda-dijo Victorio, mirando a sus alrededores mientras se pasaba una mano por su pelo castaño manchado de canas-. No vengo desde que antes que John… Eh…
Hubo un breve silencio.
-La verdad casi estaba esperando que desde que me fui ella le hubiera hecho algo horripilante a los muebles de esta casa-dijo Elizabeth, sonriendo burlonamente.
-Creo que tu madre tiene buen sentido de la decoración…-dijo Ana María.
-Ah, Ana María, no te mencione a Victorio-dijo Margarita, poniendo una mano en el hombro de el y señalando a ella. Solo en ese momento Victorio la miró, como si hasta entonces ella solo hubiera sido un mueble no particularmente llamativo.
-Mucho gusto-dijo Ana María.
-¿Vos sos la empleada, no?-dijo Victorio, sin estrechar la mano.
-Si.
Victorio se quedó mirando la parte inferior de la cara de Ana María un par de momentos, y en respuesta ella se cubrió la boca con una mano. Los dientes de ella eran algo torcidos y con un par de manchas. Aunque había gente que los tenía peores, ella igual trataba de no abrir la boca cuando sonreía.
-Ana María, este es Victorio. El fue amigo mío y de mi marido antes de que falleciera. Ahora trabaja junto con Elizabeth-dijo Margarita, sonriente.
-John y yo fuimos compañeros de negocios, así que me alegra ver que su hija decide seguir sus pasos-dijo Victorio-. Cuando supe que ella vino a la industria, tuve que ir a trabajar a su lado.
-Tuve suerte de terminar en una industria donde un amigo de mi viejo trabajaba-dijo Elizabeth-. No podría haber conseguido mi posición sin su ayuda.
-Siempre he sido un gran partidario del nepotismo-bromeó Victorio, en respuesta a lo que Elizabeth frunció el ceño por un momento.
-¿En que trabajan?-pregunto Ana María. A ese tipo de gente les gustaba que les preguntaran eso.
-Finanzas-dijo Elizabeth-. Específicamente, finanzas aplicadas en el campo de negocios transnacionales de capital humano.
Ana María asintió, como si esas palabras tuvieran algún sentido en particular para ella.
-Pero si, Ana María, por favor ayuda a Victorio con las valijas-dijo Margarita, haciendo un ademán con la mano para indicarle que fuera yendo.
Ana María cargó con el equipaje hasta una de las salas de invitados mientras que el trío de Victorio, Margarita y Elizabeth se quedaron atrás hablando.

13:00
El último en llegar fue un hombre joven, de unos veinticinco años. Al verlo, Ana María parpadeo varias veces. Su vestimenta era lo siguiente:
1 Una chaqueta de un amarillo intenso.
2 Debajo de eso, una camisa roja.
3 Alrededor del cuello, un pañuelo blanco.
4 En sus dedos, tantos anillos que Ana María no podía contarlos, todos de diferentes formas y colores.
Aún así, Ana María apartó su mirada para no quedar mal.
-Ah, Carlos, cuanto tiempo-dijo Margarita, y rápidamente lo fue a abrazar y depositar un beso en su mejilla.
-Cuanto tiempo, tía-respondió Carlos, sonriente. Tenía los mismos ojos y nariz que Margarita y Elizabeth, aunque su cabello (cortado en estilo low fade) era negro en lugar de rubio.
-Ah, Carlos, no sabía que venías-dijo Elizabeth, sonriendo cortésmente pero alzando una ceja con curiosidad.
Ana María se había enterado de que habría un tercer invitado cuando Margarita se lo mencionó ayer, pero no sabía los detalles.
-Elizabeth, cuando escuché que iba a haber una reunión familiar supe que tenía que estar también-dijo Carlos, ajustando las gruesas gafas de sol con marco rojo que estaba llevando incluso adentro de la casa-. Así que me tomé la libertad de invitarme a mi mismo. ¿Margarita no te lo menciono?
-Me debo haber olvidado…-murmuro Margarita.
-Será un placer tenerte acá-dijo Victorio, con una sonrisa algo forzada-. ¿Vos sos el hijo de la hermana de Margarita, verdad?
-Correcto. Solía venir acá todo el tiempo de chico-dijo Carlos, observando el living.
Tras eso, Carlos vio a Ana María y se acerco a ella.
-Ah, ¿vos sos la empleada, verdad?-dijo el, poniendo su mano en su hombro. Cuando el se acercó, ella pudo sentir el perfume dulzón que lo rodeaba.
-Así es-respondió ella, apartándose disimuladamente.
-Que bien, que bien.
-Si quiere, me puedo encargar de sus valijas-dijo Ana María.
-Ah, eso sería maravilloso-respondió él.
A continuación, Ana María se encargo de las valijas de Carlos y después fue a preparar la mesa mientras el resto estuvo hablando.

13:30
El almuerzo fue algo mas tarde que lo que Margarita solía almorzar por si misma. Una vez terminaron de hablar, los invitados fueron a comer en la larga mesa del comedor. Como siempre, Ana María comió por si misma en la mesa de la cocina.
De lo que había preparado se separó una ensalada, dos empanadas y un vaso de gaseosa. Prendió la televisión en la cocina, poniendo una telenovela turca, pero sin volumen (ademas de haber una televisión en la cocina también había una en el living y en la habitación de Margarita. Si Margarita pudiera probablemente pondría una televisión en cada habitación de la casa.)
Mientras comía, podía escuchar los sonidos de conversación afuera de la cocina. La puerta era delgada. Además, más o menos los podía ver desde el agujero entre la cocina y el living.
-Esta buena la comida, mama-dijo Elizabeth. Ana María prácticamente podía escuchar su sonrisa educada.  
-Ah, deberías agradecerle a la empleada, que fue ella quien cocino-respondió Margarita-. Hace años que ni siquiera toco el horno, vos ya sabes que no me gusta cocinar.
-Bueno, para algo sirve la bolita, ¿eh?-dijo Victorio. El resto de los invitados no respondió a eso.
-Elizabeth, antes de venir me habías mencionado que tenes un nuevo negocio en mente. ¿Querés hablarme de ello?-pregunto Margarita.
-Ah, que coincidencia, yo también estoy por empezar un nuevo negocio-dijo Carlos.
-¿En serio? No sabía que también eras un hombre de negocios, pensé que estarías en la facultad-dijo Victorio.
-Estuve, pero lo dejé para enfocarme en mis ideas de negocios.
-¿Y, cuál es tu nuevo negocio?-preguntó Elizabeth.
-Criptomonedas avanzadas-dijo Carlos, sirviéndose su tercer copa de vino en lo que iba del almuerzo-. El último negocio con criptomonedas no fue tan bien, pero este promete. Puede que no haya terminado la carrera, ¡pero estudiar economía me sirvió de algo!
-Que bien. Yo justo estoy haciendo mi doctorado en ciencia económicas-remarco Elizabeth-. Aunque, sin ofender, pero no se si tenes el espíritu necesario para dirigir un negocio.
-Por supuesto que lo tengo-dijo Carlos, deteniéndose en el medio de cortar su pedazo de carne-. Los últimos no fueron tan bien, pero este será el que ande.
-Mi padre siempre decía que para lograr ganar en el mundo de los negocios había que tener una fuerte determinación, una habilidad para lograr lo que fuere. Aunque de tanto no le sirvió, claro…-dijo Elizabeth, contemplando el líquido en su copa de vino.
Margarita se volteo en su silla, su expresión pensativa.
-Eh, perdón por irme por las ramas. Estoy segura de que te irá bien en tu negocio, primo-dijo Elizabeth, y sonrió.
-Gracias-respondió él.
-Pero si, en realidad Elizabeth y yo estuvimos hablando sobre trabajar juntos en el nuevo negocio-dijo Victorio.
-Ah, ¿de veras?-respondió Margarita-. Con razón decidieron venir el mismo día…
-Oh, no sabía que venían por algo de negocios. Yo vine porque quería reencontrarme con la familia-dijo Carlos-. Y claro, es bueno verte acá, Victorio.
-Si, de hecho, queremos hablar con vos sobre eso, mama-dijo Elizabeth.
-Bueno, ¿que es lo que querés decir?
-Preferiríamos hablar en privado-dijo Victorio.
-Ah, ¿es por eso que vinieron a visitar, tras tanto tiempo?-dijo Margarita, y en su voz había frialdad.
-Bueno… fue una razón secundaria. Principalmente quería volver a ver a la esposa de mi viejo amigo-dijo Victorio-. Seguro que Elizabeth quiso venir para poder ver a su madre.
-Sabes, mamá, me gustaría ver mi vieja pieza, por motivos de nostalgia. ¿Podríamos ir cuando hayamos terminado de comer?-dijo Elizabeth.
-Por supuesto-dijo Margarita, su tono de voz de vuelta a la normalidad.
-Ah, Elizabeth… yo también quería hablar con vos-dijo Carlos-. De un emprendedor a otro.
-Primero quiero hablar con mi vieja, después decime-dijo Elizabeth.
Los huéspedes no hablaron mucho por el par de minutos que les tomó terminar la comida. El trío de Margarita, Victorio y Elizabeth se retiró al segundo piso mientras que Carlos se quedo en el living. Ana María se dedicó a limpiar los platos, secarlos y luego guardarlos.

14:15
Mas tarde, Ana María salió al patio en su descanso para fumar. Contemplo la pileta y la estatua de piedra de Buda Gautama a su lado  mientras agarro el mechero de plástico rojo.
Tras la primer bocanada empezó a escuchar las voces discutiendo desde mas arriba.
Ella alzó la cabeza para ver que la fuente era el interior de una de las ventanas abiertas en el segundo piso, conectando a la habitación de Margarita. Pudo ver algunas siluetas.
-Vamos, mamá, no te portes así…-dijo Elizabeth, en un tono algo entristecido.
-Estas siendo una pelotuda-dijo Victorio, y a Ana María le pareció escuchar un sonido que pudo haber sido un golpe contra madera.  
-Es imposible, no voy a apoyar esto-respondió Margarita-. No es ético.
Ana María hizo una mueca, ¿debería retirarse? Seguramente no querrían que escuchara eso. Desde la posición donde estaba no podrían verla desde la ventana.
Sin embargo, mientras continuó la discusión ella no se movió.
-Solo tendrías que pagar por un año o dos-dijo Elizabeth, en un tono calmado.
-No pienso gastar plata para esto-dijo Margarita. Ana María pudo ver su espalda a través de la ventana.  
-Que idiota que sos-dijo Victorio.
-Esta idea de negocio esta mal y es riesgosa-dijo Margarita-. No lo puedo apoyar… no después de lo que le sucedió a John…
Ana María hizo una mueca.
Aunque había sucedido antes de que empezara a trabajar ahí, Ana María había conocido la historia por medio de fragmentos ocasionales.
El marido de Margarita, John, había sido un hombre de negocios muy eficiente.
Demasiado eficiente.
Muchos de sus competidores terminaron en bancarrota gracias a él, a veces por acciones que él tomo que no fueron necesariamente legales.
Un día, uno de esos competidores arruinados se encontró con él. La discusión se deterioro.
El otro hombre en realidad no había tenido planeado matarle, pero en la discusión lo empujó, y John cayó en un mal angulo.
Por supuesto, el resto de la familia se encargó de suavizar los hechos de los que se enteró el público, y hoy en día John era todavía recordado como un hombre intachable que había muerto en un desafortunado accidente.
-Mira, Margarita, vos sabes que yo trabaje con John antes de que el muriera… Ese hecho me dolió tanto a mi como a ti…-dijo Victorio-. Pero no podemos dejar pasar esta oportunidad. En el mundo de los negocios, hay que ser fuerte si uno quiere sobrevivir.
-Lo único que necesitamos es tu dinero y todo irá bien-dijo Elizabeth.
-No les voy a dar mi dinero para que pueda espiar a sus competidores. No les dejaré hacer los mismos errores que John hizo-dijo Margarita.
-¡Pero los indicios que tenemos son muy prometedores! Si tan solo…-exclamó Victorio, y hubo un sonido como si el se levantara súbitamente.
-Victorio-dijo Elizabeth, con una voz fría como el hielo.
-¿Eh?-balbuceo él.
-Ya no hay nada mas que discutir, me temo. Será mejor que nos retiremos-dijo ella, y Ana María escuchó el sonido de ella levantándose-. Mamá, gracias por escucharnos. Ahora me gustaría ir a ver las flores en el patio.
-Bueno, si te parece…-dijo Victorio.
Margarita no agregó nada mas.
Ana María escucho el sonido de una puerta siendo azotada fuertemente.

14:30
Terminada la discusión ella terminó el cigarrillo, dejando los restos en un cenicero en una de las mesas del patio, y se dirigió de nuevo adentro.
Fue en ese momento que se encontró a Carlos, quien estaba agachado detrás de un pilar en la galería.
-Ah… hola…-dijo él, arreglándose el cuello de su camisa. ¿Había estado escuchando la discusión el también?
-¿Precisas de algo?-pregunto ella.
-No-respondió él, mirando hacia un lado y sonriendo nerviosamente-. Tremenda discusión que hubo, ¿eh?
¿Así que directamente lo admitía?
-¿Estuviste escuchando?-preguntó Ana María, alzando una ceja.
-Bueno, vos también lo hiciste, ¿no?-dijo él, sonrojándose levemente y haciendo una mueca. Ana María parpadeo varias veces.
Por un momento, los dos se observaron sin agregar nada.
-Bueno, entraré de vuelta…-dijo Ana María, continuando al interior.
-Yo también-dijo Carlos, yendo al lado suyo, y luego soltó un suspiro de preocupación. A Ana María le pareció que susurró algo, pero no llegó a escucharlo bien. Apenas capto las palabras “que ellos fueran así…”.
Los dos entraron y entonces vieron a Elizabeth y Victorio bajar por la escalera hasta el living. Carlos rápidamente se dirigió a otra parte del living, apenas saludando a los otros dos.
Victorio estaba apretando el vaso de vidrio en su mano con tal fuerza que sus nudillos eran blancos, mientras que Elizabeth solo parecía pensativa, con una mirada algo ausente y frunciendo  ligeramente el ceño.
Los dos pararon en frente de la escalera y se quedaron ahí unos momentos. Ellos no miraron a Ana María, ni siquiera parecían haber notado que ella estaba ahí.
    En sus varios trabajos ella normalmente trataba de mantenerse al margen de la vida personal de sus empleadores. No necesitaba mas problemas.
-Que vieja pelotuda se ha vuelto Margarita-dijo Victorio.
-Una lástima, pensé que la podríamos hacer entrar en razón-dijo Elizabeth, con una mano en su mentón, su mirada dirigida a un lado.
-Ahora solo nos queda esperar a que la vieja de mierda se muera-Victorio siguió descendiendo por la escalera.
-No digas eso de mi madre-dijo Elizabeth, haciendo una mueca.
-Solo digo que la herencia sería de ayuda.
-Ella no es tan vieja, esta feo pensar en eso. Probablemente viva por algunas décadas mas…
-Bueno…-empezó a decir Victorio, y fue entonces que su vaso resbalo de su mano y se estrello contra el suelo. En respuesta el gritó con enojo.
Elizabeth apenas se sorprendió por la destrucción del vaso, parecía estar absorta en sus pensamientos, ella simplemente abrió un poco mas los ojos. Pero tras eso ella pareció percatarse de la presencia de Ana María y mirarla.
-Por favor, limpia eso-dijo ella.
Rápidamente Ana María se dirigió a buscar un trapo.
-Si, que se encargue la negra de mierda esa-dijo Victorio a sus espaldas. Ana María pretendió no escuchar.
-No hay necesidad de usar ese lenguaje…-dijo Elizabeth.
Si comentas algo seguramente perdés el laburo, se recordó a si misma Ana María.
-Ella seguro vive de los planes.
-¿Pero si trabaja acá?
Ana María regresó y empezó a limpiar los restos del vaso. Victorio se retiró al patio y Elizabeth se dirigió al living, ninguno de los dos agradeciéndole.

14:50
Una vez se dio cuenta de que no tenía ningún deber en especifico, Ana María se puso a deambular por la casa, con intenciones de preguntar si se la necesitaba para algo. Brevemente salió al patio, donde vio a Victorio al lado de la huerta, pero con el humor que había tenido probablemente era mejor que ella no le hablara.
Rápidamente vio a Carlos y a Elizabeth en el living, en frente de una de las vitrinas que estaban mas en un rincón. Esta estaba detrás de un pilar, y contenía de manera mas prominente en la estantería de mas arriba una colección de cubiertos de plata.
-¿Necesitan de algo?-pregunto Ana María, acercándose a ellos.
-No, nada-respondió Carlos, demasiado rápido. Su piel brillaba con sudor.
-No, estamos charlando no mas-dijo Elizabeth, con una sonrisa que mostraba sus dientes blancos como perlas. Entonces se giró en dirección a la vitrina-. También me he estado fijando la vitrina, es muy linda. Creo que mamá consiguió mas cosas desde la última vez que estuve.
-Bueno, una vez le vendí a un jeque árabe que tenía como veinte de estas en cada habitación-dijo Carlos, apoyándose en la pared.
-Ah, ¿de veras?-dijo Elizabeth, con sus manos detrás de la espalda.
-Si.
-Bueno, me retiro momentáneamente, quiero ver mi habitación de huésped-dijo Carlos, yendo en dirección a las habitaciones.
Ana María empezó a caminar hacia la vitrina, para ver si se necesitaba limpiar, pero Elizabeth se paro en frente de ella.
-Ah, Ana María, ¿me acompañás? Dejé algunas de mis valijas mas pesadas en mi auto y agradecería que me ayudaras a moverlas-dijo Elizabeth.
-Esta bien, pero dejame primero preguntarle a tu madre si necesita algo.
Era posible que Margarita estuviera afectada emocionalmente por la discusión, así que al menos Ana María tendría que fijarse en su estado.
Ana María subió al segundo piso y dejó a Elizabeth a solas para ir hasta la habitación de Margarita. Entonces toco la puerta.
-¿Necesitas algo?-pregunto Ana María.
-No, estoy bien…-respondió Margarita, y soltó un suspiro.
-De acuerdo. Cualquier cosa, llámeme.
                           Fue la última vez que hablaron.
Mientras bajaban por la escalera, Ana María se cruzó con Victorio, quien subía.
-Voy a tratar de que la vieja vea la razón-dijo Victorio.
-Entiendo-dijo Ana María, y asintió.
Una vez bajó, Ana María ayudó a Elizabeth y después se separaron.
Poco después, Victorio bajó, rojo de enojo. Se sentó en un sillón en el living y se dedicó a mirar el piso, sin decir nada. Carlos se sentó en el sillón en frente de él.

15:15
Ana María y todos los invitados se encontraban en el living. Elizabeth se había instalado en uno de los sillones tras volver al living, al lado de su sillón estaba sentado Victorio (quien no se había movido desde haber vuelto de su segunda conversación con Margarita). En el tercero estaba Carlos, quién trataba de convencer a los otros dos de jugar a un juego de cartas que el había traído. Ana María estaba parada en una esquina, esperando por si necesitaban algo.
Ella había cerrado todas las ventanas y puertas por el frío.
-¿Eh, va a bajar Margarita?-pregunto Carlos, como si recién se diera cuenta de que ella no estaba.
-Quién sabe-dijo Victorio, encogiéndose de hombros.
Elizabeth se levantó de su sillón y se dirigió hasta la cocina.
-Tengo sed, voy a tomar agua-anunció ella.
-Yo puedo ir a servirte un vaso-dijo Ana María, también empezando a caminar hasta la cocina.
-No, dejá, yo puedo sola-dijo Elizabeth y entro en la cocina.
Ana María volvió a su posición original.
Fue entonces que empezó a sonar la alarma, apuñalando los tímpanos de todos los presentes.
-Ah, ¿que mierda?-dijo Victorio, cubriéndose los oídos y apretando los dientes.
-Es la alarma-dijo Ana María.
Sin embargo… era extraño, porque ella no la había puesto. Se necesitaba poner un código para prender o encender la alarma. Margarita solo la prendía cuando estaba sola.
-¿Habrá pasado algo?-preguntó Carlos, haciendo una mueca.
-Seguramente no, esto pasa todo el tiempo, que se activa la alarma y entonces alguien abre una ventana o puerta sin darse cuenta-dijo Ana María. ¿Quizás se había prendido por un fallo de sistema o algo?-. La voy a apagar.
Ana María se dirigió a la cocina, donde estaba Elizabeth con su vaso de agua.
-Que ruido tan molesto…-dijo ella.
Ana María puso el código y la alarma dejo de sonar.
-Habría que decirle a Margarita que no paso nada-dijo Victorio.
Pensándolo bien, era un poco raro que ella no hubiera bajado al escuchar la alarma.
-Iré a avisar-dijo Ana María.
Entonces rápidamente subió hasta el segundo piso y tocó la puerta de la habitación de Margarita.
          Por varios momentos no hubo respuesta.
Ana María entonces trato de abrir la puerta.
          Cerrada.
Ella frunció el ceño. Ahora eso era extraño.
-¿Hola? ¿Margarita?-dijo ella.
               Sin respuesta.
               Sin embargo, le pareció escuchar un ruido desde adentro de la habitación, aunque era demasiado tenue para estar segura.
Ana María tenía una llave, podía abrir la puerta… pero si hacía eso y en verdad no paso nada eso podría meterla en problemas. Rápidamente decidió consultar con el resto.
       Ella bajo y explicó la situación.
-Eso es raro… ¿y si de verdad paso algo para causar la alarma?-dijo Elizabeth, mordiéndose el labio inferior.
-No seas ridícula. Seguramente se quedo dormida o algo, es una vieja-dijo Victorio, que era tan solo unos diez años mas joven que Margarita.
-¿Con esa alarma?-dijo Carlos, apretando los labios.
-Tengo una llave… pero no sería apropiado abrir-dijo Ana María.
-Tratemos de gritarle desde el patio-sugirió Victorio.
-Supongo que se puede tratar…-respondió Ana María.
El grupito salió al patio, pero de la vista de la habitación desde el patio no vieron nada. La puerta que daba al balcón estaba abierta, pero eso no era raro en particular, aunque Ana María recordaba que había estado cerrada durante la discusión.
Victorio paso un minuto o dos gritando con ese vozarrón que tenía, pero no recibió respuesta alguna.
-Podríamos ir por mi vieja pieza, el balcón conecta las dos habitaciones-dijo entonces Elizabeth.
-Buena idea-respondió Victorio-. Mas vale que Margarita este bien.
El grupo entonces subió hasta el segundo piso y abrió la puerta de la vieja habitación de Elizabeth, sin necesidad de usar una llave. Debían de haber olvidado cerrarla con llave después de que Elizabeth la visitara.
La vieja pieza de Elizabeth era oscura y solo contenía los esqueletos de muebles. No había nada notable. Rápidamente ellos abrieron la puerta y salieron hasta el balcón.
-Mamá, somos nosotros, ¿estas bien?-dijo Elizabeth al llegar al balcón, y una vez mas Margarita no respondió.
    En su lugar, les respondió el sonido de pasos rápidos, sin ninguna fuente aparente.
Como la puerta del balcón estaba abierta, rápidamente entraron en la habitación de Margarita.
                                          Y ahí, en el suelo, Margarita estaba muerta.
Un largo grito salió de los labios de Elizabeth.
Victorio se quedó paralizado como una estatua.
Carlos se agachó y se tapo su boca, tratando de resistir las nauseas.
Las piernas de Ana María temblaron y ella se apoyo en la pared, su mirada clavada en el cadáver.
       Toda la mitad izquierda de su cara había sido consumida por una herida, y detrás de esa herida estaban: sus músculos sus restos de piel su hueso destrozado su sangre. Un charco escarlata rodeaba su cabeza como un halo. Estaba boca arriba, en el centro de la habitación.
Elizabeth se arrodilló al lado del cuerpo de su madre, mientras lágrimas caían por sus mejillas.
-Mamá…-sollozó ella.
-¿Que mierda paso acá? ¿Como es esto posible?-pregunto Victorio, sus mano en su cabeza.
-Yo… no puedo mirar… Lo siento-dijo Carlos, cubriendo sus ojos con una mano.
     Y entonces sonó ese ruido de pasos una vez mas.
      ¿De donde venía? ¿De afuera?
Ana María y Victorio tuvieron el mismo pensamiento, que el sonido debía venir de afuera, así que fueron hasta el balcón.
               Sin embargo, ahí no había nadie.
El dúo se puso a mirar abajo del balcón y a los alrededores, pero no había ningún asesino.
-Mierda, se debe haber escapado-dijo Victorio, apretando la baranda del balcón-. Juro que voy a matar a ese hijo de puta.
-Policía… Deberíamos llamar a la policía…-murmuro Ana María.
Los dos entraron de vuelta a la habitación. Carlos estaba sentado en uno de los sillones y Elizabeth estaba apoyado en el sillón ubicado a la izquierda del otro sillón, sujetando su celular. ¿Quizás estaba por llamar a la policía?
Ana María observó la habitación alrededor de ella.
Había signos de lucha, los contenidos de la cama y la mesita de luz estaban en el piso, la puerta del armario estaba abierta. Lo más notable era que en la cómoda, la cajita no estaba y los cajones estaban abiertos, mostrando las joyas adentro.
También había otra cosa rara, pero Ana María no estaba segura de que era por el momento. ¿Algo con los muebles, quizás?
-Un robo… debe haber sido un robo…-balbuceó Elizabeth.
-¿Quién robaría a esta hora, en estas circunstancias?-dijo Victorio, y después sacudió la cabeza-. No, eso no importa. Hay que llamar a los paramédicos… a la policía.
-Yo me encargaré de eso-dijo Ana María, tratando de no mirar el cadáver de quien fuera su empleadora.
-¿Q-que pasa si el asesino todavía esta acá?-dijo Carlos, tan pálido como el cadáver de la habitación.
-Salgamos… salgamos de acá. Tenemos que preservar la escena del crimen-dijo Elizabeth, y todos se retiraron hasta el living.
Lo primero que hizo Ana María, sabiendo que los médicos no podrían hacer nada, fue llamar a la policía.
-Será unos minutos hasta que lleguen…-dijo Ana María.
-Puede que el asesino todavía este en las inmediaciones, habría que ir a buscarlo-dijo Victorio, poniendo un puño en la palma de su otra mano.
-No seas idiota… eso sería peligroso-dijo Elizabeth, sentada en el sillón y ahora cubriendo su cara con sus manos.
-Podríamos fijarnos en las cámaras…-sugirió Ana María en voz baja. Sin embargo, sabía que la habitación de Margarita no tenía cámaras. Ella aprecia… apreciaba su privacidad pensó Ana María. Por esa misma razón la casa no tenía tantas cámaras en general.
-Buena idea- dijo Carlos.
Ana María sabía operar lo relacionado a las cámaras, así que ellos se fijaron el registro de las cámaras en la laptop de Margarita (la cuál ella jamas volvería a usar, claro) localizada en el living.  
-La puta madre-dijo Victorio, una vez hubieran visto los registros alrededor del tiempo del asesinato.
Como lo esperaban, no captaron nada de la habitación. Como también esperaban, después de que Victorio saliera de la habitación y Margarita entrara no entró nadie más por la puerta de adentro de la casa. Eso significaba que el asesino debía de haber entrado por afuera, por el balcón.
Sin embargo, al fijarse las cámaras de afuera, no vieron a nadie en el patio. Lo único que llegaron a ver fue lo que parecían ser partes de una figura yendo por ahí, pero demasiado poco y demasiado poco claro como para poder adivinar algo de su identidad.
Eso de por sí no era tan extraño. El patio era demasiado grande como para poner suficientes cámaras que lo cubrieran todo. Existían varios caminos teóricos que el asesino podría haber tomado para entrar y salir.
Aunque era extraño que de manera aparentemente coincidente, las cámaras nunca hubieran captado de todo la figura. ¿Quizás la figura sabía los puntos que las cámaras no captaban, y calculo sus movimientos en torno a eso?
   Ana María no dijo esa última consideración en voz alta.
-El asesinato… no puede haber pasado hace mucho…-dijo Elizabeth.
-¿Como mierda hizo el tipo para entrar?-dijo Victorio, y se giró hacia Ana María-. ¿Hay alguna manera en que podría haber escalado para llegar al balcón?
-Lo dudo… la pared es lisa… si hubiera alguna manera de escalarla probablemente sabría-dijo Ana María, cruzada de brazos. Teóricamente era posible que alguien entrara desde el patio entre los arboles, pero entrar a la casa desde el patio sin que nadie se diera cuenta sería un asunto bastante complicado.
Y ademas, había otra cosa extraña.
El tiempo en que las cámaras captaron la figura, fue varios minutos antes de que sonara la alarma y ellos encontraran el cadáver. Mas específicamente, fue alrededor de las 15.
Sin embargo, el sonido de la alarma y los pasos que escucharon implicarían que el asesino se había retirado poco antes de que ellos llegaran. Por lo tanto, había varios minutos con tiempo en el que no sabían que había pasado.
¿Quizás el asesino había pasado un tiempo rebuscando en la habitación de Margarita? Pero entonces, ¿Porque no había agarrado todas las joyas de la habitación?
Ademas, en las grabaciones de cuando el grupo descubrió la escena del crimen, no había nadie mas en los alrededores.
-¿Habrán robado en algún otro lugar mas además de la habitación de mama?-dijo Elizabeth, su expresión ausente.
-Puede que si…-dijo Ana María, ahora con una idea. Procedió a dirigirse a otra parte del living.
En la vitrina en frente de la cual Elizabeth y Carlos habían hablado, los objetos del segundo estante no estaban. Dichos objetos eran pequeños y el segundo estante estaba eclipsado por el primero, así que el robo no era inmediatamente evidente. Pero Ana María había pulido esa vitrina docenas de veces, sabía que tenía o no tenía que estar ahí.
-Robaron objetos de acá-declaro Ana María.
-Pero, ¿cómo? La habitación de Margarita debe haber estado cerrada desde adentro… Y si el ladrón hubiera venido desde adentro lo hubiéramos visto, ¿no?-dijo Elizabeth.
-¿Y si… el ladrón tenía una llave?-dijo Carlos, limpiándose el sudor de su frente con un pañuelo que agarro.
-¿Que sugerís exactamente?-pregunto Victorio, frunciendo el ceño.
-Digo… quizás también robó una llave de repuesto…
-Las únicas llaves de su habitación las teníamos Margarita y yo-dijo Ana María-. No hay llaves de repuesto.
Antes de que pudieran seguir discutiendo, empezaron a escuchar las sirenas de policía acercándose.

15:50
Los policías llegaron en cuestión de minutos, como era de esperarse con una victima de tal estatus social.
Lo primero que hicieron fue conducirlos a todos hasta el living mientras otros policías subían para inspeccionar y preservar la escena del crimen, aunque varios se quedaron para resguardar las entradas y salidas del living.
Ella miró a sus acompañantes y sospeso sus reacciones: Elizabeth lloraba desconsoladamente en un sillón. Victorio caminaba en círculos con sus puños cerrados y apretando los dientes. A Ana María le pareció ver el brillo de lágrimas en sus ojos. En un rincón del living Carlos respiraba hondo con los ojos cerrados.
La propia expresión de Ana María era una mezcla de confusión y ausencia. Obviamente, en el interior de su corazón sus sentimientos eran mas fuertes, pero no sería apropiado dar rienda suelta a sus emociones mientras estaba trabajando.
Y había dos factores que ayudaban a que mantuviera la calma.
Primero, estaba acostumbrada a ver cosas horroríficas mientras limpiaba las casas de sus empleadores.
Segundo, había un misterio que resolver, y ella tenía las piezas del rompecabezas en su cerebro.
Mientras esperaban ahí, Ana María se dedicó a armar las piezas mentalmente. Sus compañeros en la espera no cambiaron de disposición, todos continuaron como empezaron. Así estuvieron media hora o una hora entera.

       

                               

                                  NOTA DEL AUTOR
             Atención,
                              Interrumpo la narrativa para clarificar que este es un misterio posible de resolver. Las pistas fueron colocadas. Elijan de entre los tres sospechosos quién es el culpable del asesinato. Decidan si fue un asesino, dos, o incluso los tres.
Obviamente, nuestra protagonista no es la culpable.
                        Ahora, volvemos con la narrativa.
                        Atte,
                        Santino Kohan.

Tras el final de esa espera, un oficial de más alto rango les vino a hablar.
-Me temo que tendrán que quedarse aquí un tiempo mientras nosotros analizamos la evidencia y revisamos que no se haya alterado la escena del crimen-dijo el policía-. Lo mas probable es que esto fuera un robo que llevo a un asesinato.
-Disculpe, ¿puedo hablar?-pregunto Ana María, parándose del sillón donde estaba sentada.
-Si.
-Esta es la asesina-dijo ella, apuntando a Elizabeth.
El silencio consumió la sala.
-¿Me estas acusando de asesinar a mi propia madre?-dijo Elizabeth,con una mano en su pecho y sus ojos abiertos del todo-. Si fue un robo, un ladrón lo hizo.
-Si, por favor, no saltemos a conclusiones…-dijo Carlos, alzando las manos-. Escucha, vos… En realidad, no recuerdo tu nombre…
Ana María no dijo nada.
-Pero bueno, he conocido a Elizabeth toda mi vida, es imposible que hiciera este tipo de cosa-dijo Carlos-. Ella es una chica educada de buena familia con una perspectiva basada en los negocios, igual que yo, no una asesina.
-Claro, la resentida esta aprovecha la oportunidad para tratar de arruinar la reputación de una chica inocente como Elizabeth-dijo Victorio, fulminando a la empleada doméstica con la mirada y alzando los puños-. Seguro habías estado queriendo robar vos, debes estar enojada que alguien más lo hiciera.
-No fue un robo-declaró Ana María.
-Hemos revisado el dormitorio y la vitrina, por lo que ustedes reportaron, si hay objetos de valor desaparecidos-dijo el policía, haciendo una mueca.
-Elizabeth, ¿vos habías visto la cajita de Margarita, verdad?-dijo Ana María.
-Eh… si.
-Claro, cualquiera que haya vivido con Margarita sabría de esta. Era de valor emocional-dijo Ana María-. Así que obviamente, alguien cuyo plan fuera disfrazar un asesinato de robo tomaría esta. Sin embargo, como de verdad su propósito no era robar objetos valiosos, por la presión del momento se olvido de algo importante… Las otras joyas en la cómoda, que quedaron perfectamente intactas en el cajón abierto de abajo.
Elizabeth dio un paso atrás, sus ojos vidriosos clavados en Ana María.
-Pero…¿que pasa con las joyas de la vitrina?-dijo Elizabeth.
-Eh… si, ¿que pasa con las joyas de la vitrina?-dijo Victorio.
-Quien las robo fue inteligente… se dio cuenta de que su desaparición no era inmediatamente obvia. Si no hubiera sucedido ningún incidente, yo probablemente solo me habría dado cuenta al día siguiente-dijo Ana María, colocando un dedo en su sien y mirando a Carlos-. Carlos. Vacía tus bolsillos.
-Eh… ¿que? No se de que me hablas-dijo Carlos, su rostro sudoroso ahora deformado por una sonrisa nerviosa.
-Carlos, por favor. Hay una investigación de asesinato.
Carlos miro a todos los que lo rodeaban. Sus gotas de sudor golpearon el piso.
-Yo… Mira, fue algo del momento… Necesito dinero y al escuchar la discusión me di cuenta que…-empezó a decir, entrelazando las manos-. Bueno, me di cuenta de que no me daría nada.
-Por favor-dijo Ana María, extendiendo una mano.
Carlos soltó un suspiro, y de sus bolsillos saco varios anillos y cubiertos de plata, los cuales cayeron al piso.
-¡Hijo de puta! ¡Le robaste a tu tía!-exclamo Victorio, y se dirigió hacia Carlos antes de que Ana María lo parara.
-Lo que importa ahora es atrapar a la asesina-dijo ella.
-Pero… Pero si él robo esas joyas, entonces él también debe haber robado la cajita, ¿no?-dijo Elizabeth.
-Lo dudo, ya que no la debe tener. Carlos, ¿dejarás que los policías, el grupo neutral acá, te revise?-dijo Ana María.
-Si… Claro-murmuro este.
Los policías rápidamente revisaron a Carlos y no encontraron ninguna cajita.
-¿Porque él todavía tendría las joyas de la vitrina con el, pero no la cajita?-dijo Ana María, alzando un dedo-. El robo que hizo Carlos y el asesinato son dos incidentes separados.
-Pero… ¿Decís que sucedió un robo y de coincidencia también sucedió el asesinato, que fue hecho parecer como un robo?-dijo Elizabeth-. ¿No te parecen demasiadas coincidencias?
-No. Digo que la asesina vio que Carlos robó las joyas, y eso le dio la idea de cometer el asesinato y hacerlo parecer un robo, con la intención de incriminarlo-dijo Ana María-. Mas temprano, vos estuviste hablando con él después del robo. Te diste cuenta de este, pero pretendiste no hacerlo. Cuando yo me quise acercar a la vitrina, vos me detuviste.
-Bueno, ¿que pasa con la alarma, entonces?-dijo Elizabeth.
-Me pareció raro que sonara la alarma, porque yo no la había prendido… Pero eso lo hiciste vos en la cocina, ¿no?-dijo Ana María-. Fuiste con la excusa de tomar un vaso de agua, prendiste la alarma, y la activaste abriendo una ventana.
-¡Cuando fuimos a la habitación escuchamos pasos, explica que fue eso si yo la maté!-exclamó Elizabeth, ni siquiera hablando de lo que dijo Ana María con anterioridad.
-Por favor, manténganse en calma…-murmuro uno de los policías.
-Ese sonido de paso lo escuchamos dos veces… se repitió exactamente dos veces-dijo Ana María, y después apunto a Carlos-. Carlos, el sonido, ¿te pareció idéntico?
-Eh, lo recuerdo como que fue muy similar las dos veces… Definitivamente fueron pasos…-dijo Carlos-. Pero es difícil de recordar, fue todo muy rápido.
-Eh… Creería que si, el sonido las dos veces fue muy similar-dijo Victorio-. Probablemente la misma persona las dos veces.
-Pero eso es raro, ¿No? No vimos a ninguna otra persona-dijo Ana María, empezando a caminar por el living-. Y no supimos de donde venía el sonido. En el momento no nos dimos cuenta, ¿pero las dos veces el sonido no fue demasiado similar?
-Por favor, llega a tu hipótesis-dijo Elizabeth.
-Al ver la habitación supe que algo estaba raro. Solo después me di cuenta que era la posición de los sillones, los habían cambiado de lugar. Pero de manera ordenada, de tal manera que no se notara instantáneamente, no como resultado de una lucha-dijo Ana María, deteniéndose en frente de Elizabeth-. Quizás los sillones se posicionaron de esa manera para que no notáramos que ocultaban algo, ya fuera debajo o detrás de ellos.
-¿Estas sugiriendo que alguien se escondió ahí?-pregunto Carlos.
-No-dijo Ana María-. Dime, Elizabeth, si revisáramos tu celular, ¿veríamos una grabación de ruidos de pasos, configurado de tal manera que se repitan?
Y entonces,
                   Elizabeth empezó a aplaudir.
Fue un aplauso lento. Ella sonrió y cerro los ojos. A Ana María se le puso la piel de gallina, pero trato de que su expresión no lo mostrara.
-Tenes razón. La maté-admitió Elizabeth-. Sos inteligente, ¿eh? Esa mente esta siendo gastada en un trabajo como empleada doméstica.
-¿L-lo admitís de verdad?-preguntó Victorio.
-Elizabeth, ¿de verdad? ¿Estas de joda?-pregunto Carlos, alejándose unos pasos de ella.
-Podría tratar de matarla, pero estoy rodeada de policías. Y ella lo reveló todo. La derrota es mejor aceptarla de manera digna-prosiguió Elizabeth-. Hice todo lo que puede, coloque todo mi esfuerzo, así que no tengo ningún arrepentimiento.
                  De su cartera, Elizabeth saco la cajita y la dejo caer al piso.
-Todavía tengo algunas preguntas. ¿Como supiste el código de la alarma?-pregunto Ana María.
-Simplemente lo adiviné-dijo Elizabeth, y se encogió de hombros-. 0612, mi cumpleaños. Mi madre nunca fue muy imaginativa.
-Lo que no he logrado descifrar del todo es porque exactamente lo hiciste-dijo Ana María.
-Por la herencia, claramente.
   Ana María pausó, a la espera de mas palabras.
-Ah, ¿eso es todo?-dijo Ana María, y pestañeo.
Elizabeth lanzó una carcajada.
-Ella no quería apoyar mi nuevo negocio con Victorio, pero necesitaba el dinero. De no tenerlo pasaría el resto de mi vida con deudas y fracaso-explicó ella, sonriente-. Y esta era una oportunidad que no se repetiría, ya que podía incriminar a Carlos. Nunca fui muy intima con mi vieja, y para lograr hacer cosas en el mundo de los negocios hay que hacer sacrificios.
-Ella… Ella te quería…-murmuro Ana María.
-No… ¿Como pudiste hacer esto?-dijo Victorio, temblando por la combinación de sorpresa y rabia-. Ella… ella era tu madre.
Carlos ni siquiera dijo nada, solo se sentó en uno de los sillones, rodeado por un par de policías.
-Bueno, si ya no tienen mas preguntas, me iré retirando-dijo Elizabeth, y se dio la vuelta. Los policías carraspearon y la esposaron.
Mientras tanto, Carlos también fue esposado. Otro policía trató de interrogar a Victorio, quien apenas respondió.
Cuando los policías se retiraron con Elizabeth, otros más rodearon a Ana María y la inundaron con preguntas. Ella respondió educadamente a todas estas, pero en su cabeza estuvo reflexionando sobre otra pregunta, una mucho mas importante.
¿Ahora que habían matado a su empleadora, donde iba a conseguir un nuevo laburo?