En su día final tengo la suerte

de nacer, pero el año que termina

menos cunas tramó que guillotinas:

en el setenta y cuatro sobra muerte.

De Duke Ellington calla el piano amable;

cierra el ojo Vittorio, el realista;

en paz descansa U Thant, el pacifista;

ya no pinta Siqueiros, tan notable.

Muerde el polvo Oskar Schindler, el que un día

salvó de ese destino a tantos, tantos;

Samuel Goldwyn, Jauretche, Drake (sus cantos),

y Ramanujan, triste geometría.

¿Y la Historia? ¿Nos quiere o no nos quiere?

Yo no lo sé: el General se muere.