Y cuando introdujo sus dedos le hizo ver las estrellas. Gimió, grito, no podía controlarse. Lo giraba ahí dentro y rozaba sus paredes. El líquido vertía entre su textura corrugada. Cada vez más y más fuerte era la adrenalina que sentía.
Luego de un rato quitó la mano de la herida, se limpió la sangre y continuó con la tortura.