No queda ya una estrella

de la noche de pasiones y mentiras.

Te has ido,

mi sangre se ha enfriado

y mi carne es ya inútil.

‎ 

Yazco pacientemente sobre la arena,

miro cada pliegue de mi piel

antes de la inminente ceguera

y noto las olas espumosas que

al llegar a la orilla del mar

bañan mis pies.

Permanezco,

me pudro.

‎ 

Siento la marca de tus dientes

en mi cuello, la sangre ya secó,

y entregada al alba

perezco entre ciclos infinitos

de filo y agonía.

‎ 

Las aves se alimentan

de la languidez de mis piernas

y comprendo que

cuando el rumor de las voces

se aproxime

ya

estaré en paz.