Nos quitaron pedazos de nuestra piel con feroz autoridad
robaron nuestra dignidad
nuestra identidad
y sin pudor alguno
ocultaron nuestras huellas
dejaron nuestras almas vagando sin rumbo
en lugares desconocidos, fríos y húmedos.
‘Sin cuerpo no hay pruebas
y sin pruebas no hay delito’.
Impunidad de cristal
que oprime nuestros pechos
y le da la espalda a nuestras manos ensangrentadas.
Madres y abuelas
que alguna vez nos colocaron bufandas
e hicieron nuestras camas
hoy marchan
con pañuelos recogiendo sus cabellos
y voces quebradas
que gritan y preguntan en nuestro nombre
porque nunca pudieron volver a sonreírnos
ni cebar el mate a nuestro lado
no pudieron despedirnos
ni conservar su derecho a conocer
nuestro paradero clandestino.
Alguna vez fuimos personas
con pasiones, proyecciones y corazones rotos
alguna vez lloramos en público y rayamos los bancos del colegio
corrimos hacia la parada del colectivo y maldijimos el frío
reprodujimos vinilos, maravillados
antes de que ataran nuestras manos y piernas
y robaran nuestra voz
antes de ser reducidos a una cifra
inconsistente y cuestionada,
deshumanizada.
Por eso hoy alzamos los brazos
y gritamos ‘Nunca más’
por las mismas calles que años atrás
temíamos pisar.