Sociedad

18 de julio (por cuántos sueños me viste vagar)

Hoy te vi de nuevo.
Ya no miraba buscándote.

Andabas con esa polera verde espantosa, llena de pelos de gato
y de abrazos míos.

Nunca tuviste demasiado talento para mezclar los colores, parecías un semáforo.
A mí me gustaba esa vibra tuya, que se vendía despreocupada de la opinión ajena y en realidad era pura ignorancia, pero había una ternura genuina en esa gracia que me daba tu mal gusto. Nunca te delaté, ni siquiera ante vos mismo, vos me convenciste, y yo me dejaba convencer, de vez en cuando.

Vos amabas esa polera.
Yo te amaba a vos

¡Te vi! Tiraste la servilleta al piso; en algún momento hubiéramos discutido por eso,
sobre todo porque vos criticabas mi ropa not eco friendly
y toda esa cosa que te vendieron en la tele.
(Supongo que después, ya no. No hubiéramos discutido por nada. Ya nunca discutíamos por nada. Yo sé que me volví odiosa y vos te esforzabas por no convertir todo beso francés en una conquista inglesa, sé que lo dejabas todo para que lo dejáramos así. Te juro que intenté corresponder, pero generalmente, había una voz más fuerte que la otra, que no me dejaba perdonarte del todo el enorme error que cometiste, ese error que me arrebataba el sueño que me habías negado, y me arruinaba el despertar que me había prometido; de no ser como a mí se me había ocurrido que eras, exactamente como yo decidí que serías.)
Ah, pero el señor no mezcla orgánicos con reciclables.

Siempre fuiste un poco incoherente con tus faros;
nunca supe si te faltaba dirección o te faltaban luces.
Me parecías un genio para algunas cosas,
Para otras, medio imbécil, una montaña de despropósito que caminaba a donde el viento lo empuje, y seguro, algún día iría a la propia lápida solo porque lo llevaban.
Al final, decidí que sólo eras un mal mago que se sabía un par de trucos. ¡Pero No! No es verdad y no es justo. Yo sé que no es así… Eras una bombita fundida, si. Pero, ¿quién no? Estabas hecho pedazos, si… Pero a veces, tus pedazos y los míos encajaban, por lo menos un poco.
Yo se que no es así, pero desde que me lo dije todo fue más fácil:
Mi portazo, juntar los libros, repartir los muebles, tus ganas de arreglarlo, los licores, las llamadas en la madrugada, los ataques de ansiedad, buscarte en el otro, y después en el otro, y el siguiente, hasta olvidarte, o por lo menos, posponerte.
Hasta hoy, que te vi. Y me acordé de lo mucho que amabas esa polera horrenda
Y de que yo te amaba a vos.

Bueno, hoy te vi.
El centro no te hizo mucha justicia (en general, no le hace justicia a casi nadie).
18 de Julio, con su olor viciado, como de encierro; y sus viciosos, como encerrados; y su basura…
No era el paisaje más prometedor del mundo, ni el más cumplidor, tampoco.

Lo más triste es que caminabas lejos de aquel paraíso que construimos en esas mismas calles.
Te sudaban las manos en invierno. Nunca pude tolerarlo demasiado pero tampoco hay nada que reclamar en cuanto al reparto de fluidos.
Sé que me lloraste mucho, y me alivia que no sepas dónde estaba yo.
Sé que me esperaste un tiempo,
Incluso sabiendo que no habría un mañana, ni tampoco otras noches como aquellas.

Ahí corrías, torpe, entre semáforos en amarillo;
perdido entre viejas y apuros.
Todos estamos apurados, generalmente.
No sé a dónde vamos,
pero siempre vamos corriendo.
Y seguro llegaremos tarde,
porque «Uruguay, Uruguay.»

«Uruguay, Uruguay.» como decías vos, siempre enojado con el prójimo y queriendo convencerme de que en Europa hasta se endeudan mejor, con esa arrogancia tan tuya de leer un libro y venderlo como su autor. «Entendés?» decías, con los ojos llenos de café y los dedos llenos de tabaco.
VOS no entendías. No entendías nada, solo repetías ideas, y repetías y repetías…
Repetías esa bobada de tus padres, y de Heidegger con Arendt, y repetías los mismos chistes una y otra y otra vez, y repetías la historia esa de la batalla de los cuatro segundos, y tus discusiones con Carla, y repetías tus divagues sobre la felicidad… que ¡No: no eran ocurrencias brillantes, no eran revelaciones ni epifanias! era malversación de bienes, era jugueteo intelectual, era entretenimiento vulgar esmaltado. Pero yo, yo te escuchaba embobada, embebida, hechizada de vos. Buscando un gesto diferente, un aire nuevo en los mismos cuentos de siempre,
Buscando en tu distracción un despertar repentino y que me vieras sola, esperándote al final de la historia. Que te detengas al mirarme y te deslumbres.

Te esperé días con sus noches, minuto a minuto, atenta a la mínima señal de interrupción de sueño, de esa inteligencia lumpen que te tenia dibujando la parábola de los Astros, la fórmula del humor y la temperatura del beso.
Te esperé en tu despertar después de que mediste mi amor y mi deseo en Kilos, Newtons, parsecs, amperes, grados y hercios por un tiempo, y después otro, y aun después de la rabia, el miedo y el dolor, hasta el día del hartazgo y la matanza.

Vos Tenias razón, Iba a extrañarte mucho más. Nunca tuve la valentía para decírtelo, pero lo sabía, o lo sospechaba apenas. Lo supe en el segundo mismo en el que te escribía que era mejor dejarlo así, mordiendome los dedos, arañando el suelo mientras yo misma me llevaba lejos de vos, que solo me mirabas dejarte, con la mueca del que no entiende qué está pasando y los ojos del que ya no está ahí.

Vos tenias razón, y yo te vi en tu descenso, yo imaginaba tu herida, y sabía la luz que se colaba por ahí. Sabía que los escombros que dejaba atrás eran un terreno fértil, y sabía que me sería negado el regreso, por eso nunca volví.

Vos tenias razón, y ese pensamiento nunca se anuló, solo se pospuso por unos segundos, y luego otros, y otros… Una suma ínfima de instantes inmediatos Y póstumos que nos trajeron hasta acá: yo, a unos metros de vos, buscando tu mirada torpe y celeste para recuperar el aliento y vos, con tu polera espantosa y chirriante, y tus sesenta kilos de mala suerte de haberme cruzado un día, alejándose de mi, y ya lejos, muy lejos de algún junio con las manos y los sueños juntos.

Hoy te vi, y ahora soy yo la que repito y repito, ideas sobre ideas, pesares sobre pesares.
Hoy te vi. Me dió gusto que sigas con el gesto de estar escondiendo algo, te aporta misterio, y por supuesto, compensa esa carita tuya de no saber ni donde estas parado.

Deseo más que nunca que estés mejor que nunca, o por lo menos, mejor que antes, o tan siquiera, mejor que conmigo, que lo tenía todo, cuando apenas nos tenía a nosotros.
Nosotros… Ese también fue centro
Pero a ese no, a ese no lo vi.

Fulano Pérez

Una persona.

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