la culpabilidad me empapó el alma.
obedezco hoy a esta
ansiedad desquiciada,
estallo de amor por todo aquello
que me guardo de vos.
te conservo en mi vientre gélido,
estupefaciente que me idiotiza
y me consumo en el maldito hábito
de idealizarte.
sobre un pedestal de cristal,
te ofrezco esquejes de «no me olvidés»
altar místico a esa suavidad rimbombante, a tus fragilidades
de varoncito soberbio.
porteño fácil de engatusar soy.
tropiezo abruptamente con
la carencia del anhelo, la idea utópica de perecer en tu letra marchita.
¿pensarás en mi vos?
acariciaste mis pupilas catatónicas,
te alimentaste de cada uno
de mis miedos más impenetrables.
cínico te inmiscuías en mi cotidianidad a tu semejanza, mordiste vago mis átomos moribundos.
y todavía con esa premisa de yo
un hombre reducido a tu verso tétrico;
decidiste que lo unilateral era tu metodología de vida.
no interrogaste, no empatizaste con este crío, aquel que se desvanecía en tu lenguaje corrosivo.
asfixia este sabor a vos
que siempre supo dejarme insatisfecho.
mi amor psicótico, inducido a la pena;
agota esta disonancia mutua.
quizá el no coincidir,
fue el único acto de reciprocidad entre los dos.
escribo con la neurastenia (y la inocencia) de poder saciar el hastío que me corrompe.