Un caballo corriendo hacia un cielo resquebrajado: poemas de Joy Harjo

Joy Harjo es una poeta y música indígena nacida en Oklahoma, Estados Unidos, de nacionalidad Muscogee-Creek. Es la primera poeta laureada perteneciente a un pueblo originario. En esta serie de poemas que traduje, del libro She had some horses (1983), Harjo explora los cantos sagrados y la imaginería animal de su pueblo, para evocar una memoria ancestral que arrasa contra los prejuicios del pueblo blanco estadounidense. Leerla es realmente una experiencia mística.

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I. Ella tenía algunos caballos

Ella tenía algunos caballos.
Ella tenía caballos que eran cuerpos de arena.
Ella tenía caballos que eran mapas dibujados con sangre.
Ella tenía caballos que eran pieles de agua del océano.
Ella tenía caballos que eran el aire azul de cielo.
Ella tenía caballos que eran pelaje y dientes.
Ella tenía caballos que eran arcilla y se romperían.
Ella tenía caballos que eran acantilado rojo fragmentado.

Ella tenía algunos caballos

Ella tenía caballos con ojos de trenes.
Ella tenía caballos con muslos marrones y llenos.
Ella tenía caballos que se reían demasiado.
Ella tenía caballos que tiraban piedras a las casas de vidrio.
Ella tenía caballos que lamían cuchillas de afeitar.

Ella tenía algunos caballos.

Ella tenía caballos que bailaban en los brazos de sus madres.
Ella tenía caballos que pensaron que eran el sol y sus
cuerpos brillaron y se quemaron como las estrellas.
Ella tenía caballos que bailaron un vals nocturno en la luna.
Ella tenía caballos que eran demasiado tímidos, y se quedaron callados
en establos que ellos mismos construyeron.

Ella tenía algunos caballos.

Ella tenía caballos que se decían a ellos mismos, “caballo”.
Ella tenía caballos que se decían a ellos mismos, “espíritu”, y mantuvieron
sus voces en secreto y para ellos mismos.
Ella tenía caballos que no tenían nombres.
Ella tenía caballos que tuvieron libros de nombres.

Ella tenía algunos caballos.

Ella tenía caballos a los que les gustaban las canciones de la Danza del Zapateo Creek.
Ella tenía caballos que lloraban dentro de su cerveza.
Ella tenía caballos que escupieron a las reinas masculinas que hicieron
que tuvieran miedo de ellos mismos.
Ella tenía caballos que dijeron que no tenían miedo.
Ella tenía caballos que mintieron.
Ella tenía caballos que dijeron la verdad, los cuales fueron
despojados de sus lenguas.

Ella tenía algunos caballos.

Ella tenía caballos que se decían a sí mismos, “caballo”.
Ella tenía caballos que se llamaron a sí mismos, “espíritu”, y mantuvieron
sus voces en secreto y para ellos mismos.
Ella tenía caballos que no tenían nombre.
Ella tenía caballos que tuvieron libros de nombres.

Ella tenía algunos caballos.

Ella tenía caballos que susurraban en la oscuridad, que tenían miedo de hablar.
Ella tenía caballos que gritaban por miedo al silencio, que
llevaban cuchillos para protegerse de los fantasmas.
Ella tenía caballos que esperaban la destrucción.
Ella tenía caballos que esperaban la resurrección.

Ella tenía algunos caballos.

Ella tenía caballos que se ponían de rodillas ante cualquier salvador.
Ella tenía caballos que pensaron que su gran honra los había salvado.
Ella tenía caballos que intentaron salvarla, que se subieron a su
cama en la noche y rezaron mientras la violaban.

Ella tenía algunos caballos.

Ella tenía caballos que amaba.
Ella tenía caballos que odiaba.

Estos eran los mismos caballos.

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II. Dos caballos

               Pensé que el sol saliendo de la Sierra de la Sangre
de Cristo era suficiente, y que
                                                           los aromas salvajes y almizclados de mi cuerpo luego

                de largas noches de sueños podrían

                                                                             revelarme a mí misma.

                            Pensé que con solo mi danza a través de mundos de
extraños y excéntricos planetas que nadie más conocía
               me sostendría. Quiero decir
                                                                   aprendí a moverme
                                                                                                          después de todo

         y a reconocer otras voces más allá de las más conocidas.

                Pero vos debés haber surgido de
                                                                              mil años de sueños
                      como nunca podría haberte imaginado.
                              Debes haber
                                                       dejado atrás otro cielo

y llegado acá, porque

                                          ahora te veo como parte de los millones de   
                    otros universos que pensé que nunca podrían ocurrir
        en esta respiración.

                                                Y te conozco como a mí misma, viajando.

En tus ojos solamente ya hay muchísimas colonias de estrellas
                                                                                        y otras órbitas planetarias.

                                                   Y tus dedos, el dulce olor
                                                      del pelo, y
                                                                        tu suave y rígido estómago.

Mi corazón es tomado por vos

                        y estas mañanas desde que soy un caballo corriendo hacia
un cielo resquebrajado en el que hay incontables atardeceres
                                                                                            que caen a la misma vez.

Hay dos lunas en el horizonte

y por vos

               Me liberé.

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III. Caballos ahogándose

Ella dice que se va
a matar. Estoy a miles de kilómetros.
Escuchando.
                             Su voz en un océano
de sonido telefónico. Cielo gris
y casi el anochecer; no le pregunto cómo.
Ya estoy familiarizada con las armas:
un restaurante en el que no le sirven,
la risa más fina, otro trago.
Y aunque no estuviera cerca
del borde del precipicio del cable
parlante, igual sería otro espejo,
otro caballo que corre.

Su escape es el mío.
Le digo, si. Si. Salimos
a respirar más allá de la distancia.
El aire de la noche se acerca, la galopante
otra vida.

Ningún sonido.
Ningún sonido.

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IV. Caballos de Hielo

Estos son los que escaparon
luego de que la última herida se metiera hacia dentro;
son los más peligrosos.
Son los más calientes,
pero tan fríos que tu lengua se pega
a ellos y es arrancada porque se
congela con el movimiento de los cascos.
Estos son los que cortan tus muslos,
cuya sangre debes haber visto en los guantes
de las manos de goma del doctor, y
uno de ellos, una mujer joven, gritó con fuerza;
ella era la única.
Estos son lo que te encontraron.
Estos son los que saltaron en tu panza.
Persiguieron ciervos desde tu vientre.
Estos son los caballos de hielo, caballos
que entraron a través de tu cabeza,
y luego por tu corazón,
tu golpeado corazón.

Estos son los que te amaron.
Son los caballos que te sostuvieron
tan cerca que te volviste
parte de ellos
                          un caballo de hielo
galopando
                     hacia el fuego.

.

V. Explosión

La autopista cerca de Okemah, Oklahoma explotó.

                                              Ellos son la razón de todo.

Tal vez                hay gente nueva, avanzando
                            naciendo del centro de la tierra,
                            como nosotros, pero de otra tribu.

Tal vez                  serán de otro color que nunca
                              nadie vio. Puede que los odien,
                              y que vivan en Muscogee del lado de los caminos
                              en los que viven los Indígenas. (Y serán los que
                              nos salven).

Tal vez                  hay lagartos saliendo de ríos de lava
                               desde el centro de este planeta

                                                        que vienen a traer la lluvia.

                                a bailar por el maíz
                                a preparar campos de lenguas golpeando la oscura
                                tierra, como una danza.

Pero quizá la explosión fueron caballos,
                                                                       surgiendo de la tierra loca
cercana a Okemah. Fueron un nacimiento violento,
volaron desde el suelo hacia los árboles
                                                                         parar esperar que las pesadillas
de la noche vengan por ellos:

luego                      en los fríos y húmedos campos de Oklahoma
luego                      sus cordones umbilicales atados al corazón derretido
luego                      viajarán de norte a sur, del este al oeste
luego                      en orina en las sábanas durante la medianoche cuando todos
                                duermen y el bebé sueña que nada en el
                                fondo de un río húmedo.
luego                      en ranas que salen de la tierra para
                                ver la lluvia
luego                      una mujer Creek que baila sacudiendo las semillas
                                en sus huesos
luego                     Dakota del Sur, México, Japón y Manila
luego                      en Miami para borrar las filosas caras
                                del odio

Algunos no los verán.

Pero otros verán a los caballos con sus corazones de volcanes durmientes
serán despertados de repente

                                                          más allá de sus cuerpos

                                                                    para ver en quiénes se han convertido.

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