Ni Mariposa ni Meursault
El calor insoportable de una tarde de enero
se cuela a través de todos los extremos
que aun me unen al mundo.
En la mesa me acompaña un libro abierto
casi llegando al final
cuyas hojas se dejan acariciar
pese al protagonista
y yo con él me recorto
de la pequeña humanidad que me corresponde
yendo de lo cotidiano a lo sublime
entre una ventana y la lectura.
El extranjero de camus
me mira interpelante desde su tapa
y sin motivo aparente
sus palabras reviven mi propio crimen impune
ocurrido a pasos nomás
de donde las hojas se dejan correr
en otra tarde de verano
tan cualquiera como esta
o la que le seguirá.
La historia me revela a mí
tan criminal como extranjera
de una realidad que me abraza y me retiene.
No se si fue hoy o si fue ayer
si fue el sol o si pasaron años
como vidas literarias
o fue el cómplice el azar
quien hizo que termine con la vida
de una oruga que no llegó a ser mariposa,
que se transformaba lenta y eterna
sobre el marco de mi ventana
y a la que día tras día
yo visitaba admirada
esperando que por magia o milagro
la vida irrumpiera llenando de colores alas
todo vuelo cotidiano.
Pero esa tarde o esa mañana
el sol se apoderó de mí
el calor de otro dia de verano
inevitable y permanente me invadió
y borró por un momento la posibilidad
de cualquier otra forma de vida que no fuera yo
y en el hastío que me recorría como gota
solo atiné a cerrar la ventana
esperando que una oscuridad momentánea me diera respiro.
No estaba pensando
no estaba eligiendo.
Era un capullo de gusano de seda
esperando la inutil transformación
tal vez un cambio de vida
que aguardaba en el marco de mi ventana
y que ya no tendría chance ni futuro.
Pienso en que diría Meursault al respecto
y resuenan sus palabras:
“Nunca se cambia de vida, en todo caso todas valen igual”
y quise complacerme y pensar
que la vida que hubiera podido tener
en todo caso
no iba a ser mejor que la que ya tenía.
Pero en la soledad de esa tarde de verano
“comprendí que había destruido el equilibrio del dia”
y que ya nada quedaba por hacer.
Todo a mi alrededor se derrumbó
ya no era yo sola habitando un universo roto
había otro seres
que ahí
en el marco de la ventana
esperaban una promesa,
milagro o esperanza
que ya no iba a llegar para salvar el día.
Y como si fuera poco
esperaban de mí un arrepentimiento que no llegaba
un dolor que no me pertenecía.
Y “como si los caminos familiares
trazados en los cielos de verano
pudiesen conducir tanto a las cárceles
como a los sueños inocentes”
me pedían detalles y motivos de aquel despiadado crimen.
Pero yo a esa altura no tenía palabras ni recuerdos
mucho menos remordimientos.
“Todo es cierto y nada es cierto”
alcance a pronunciar
citando otra hoja que se proponía acercarme a un final.
Uno a uno los escuché crear posibles relatos
buscando explicar o justificar sin éxito mi accionar
o al menos darle sentido a su dolor.
Pero nada de lo que decían
me parecía justo
ni siquiera aquello que podría librarme
del odio ajeno o de su mirada acusadora.
Fue cuando supe que
“mi suerte se decidía sin pedirme opinión”
y que ellos
simples testigos del después
se sentían más heridos que la mariposa que no fue
y esperaban de mí
un dolor semejante que los aliviara.
Yo “hubiese querido tratar de explicar cordialmente,
casi con cariño,
que nunca había podido sentir
verdadero pesar por cosa alguna”
y que esto no los hacía especiales.
Con el tiempo
asumí mi condena:
el calor insoportable de una tarde de enero
colándose eterno a través de todos los extremos
que aun me unen a este mundo.
Ya no se si fue hoy o si fue ayer
si pasaron años o vidas literarias
pero finalmente
entre las páginas finales
de un libro abierto
encontré mi pasado.
Y entre sus hojas
el sol
como único culpable en este desierto
“me abría por primera vez
a la tierna indiferencia del mundo”.
Instagram:
@lilith.tulunanegra.astrologia
(Poesía desde la astrología)