No soy, somos. No estoy, estamos.
No voy a separarlo ni desentenderlo de sí mismo, eso hicimos mucho tiempo, de ahí el desencuentro al momento de observarnos como entidades opuestas:
La naturaleza y el ser humano,
El ambiente y el medio,
El progreso y el retroceso.
Así lo entendimos, así lo entiendo y lo aborrezco, porque seguir fingiendo no saber que estamos en crisis, me da asco, me revuelve el estómago.
No voy a permitir no pensarme como agente de una construcción colectiva, pero no perdida, ni dormida. Sino malentendida.
(¿?) En qué momento aprendí a vestirme de desinterés ante la noticia de otra especie extinguida, un río que escapa de la sequía, o por el contrario, otra ciudad hundida, en desesperación, pero también en agonía…
Porque ya lo dijimos, no están aislados, no son organismos apartados: no estamos en ambiente acá y allá no, vivimos en él, crecimos sin tenerlo en cuenta y nos destruimos, nuevamente, a la par.
Y en nombre del ambiente, digo que estoy harta, cansada, porque bajo la discusión existencialista de que somos insignificantes y que no importa, que de algo hay que morir, volvés a teñirte de indiferencia, porque no sos, somos , no estás, estamos.
Y tarde o temprano, nos vamos a dar cuenta que vivimos entre los estragos que deja el supuesto crecimiento del mercado, mismo sistema, que se piensa ajeno al planeta.
Y no pretendo volverme un súper héroe verde, procuro, que luchar por el ambiente no me sea indiferente.