Primero colgamos la hamaca

de la rama  

                          más gruesa 

                                                         del árbol

para que el viento la arrulle

Cuando hicimos esto, él

todavía no existía pero ambos

asimos las sogas con fuerza marital

en más de una ocasión 

La tarde previa a la instalación, 

cortaste con tus manos la crujiente madera 

y pasaste sobre ella una lija 

que dejó ásperas las manos

con las que más tarde esa noche me tocaste

La mañana después del acto, 

sin prender las luces 

fui desnuda hasta la cocina

 y sin despertarte, abrí 

suavemente los postigos

para ver el espacio 

donde faltaban ahora -pero habrían después-dos cosas: la hamaca, 

y más adelante, 

el hijo sentado sobre ella.