Mi pieza es el lugar más frío de la casa, también es el más oscuro.

Eso es también gracias a que nunca levanto las persianas, y aunque las levante, no tarda en ponerse oscuro de nuevo. Hoy las levante, mientras me senté en la silla en la cual escribo esto con un sanguche de milanesa y un vaso de jugo. En el vaso reza “recuerdo de mis 40 años, pancho”. Es un souvenir del cumpleaños de un amigo de mi tío, creo que ya pasaron más de 10 años de eso. No fui a ese cumpleaños, pero hace mucho que uso este vaso, al ser el vaso más grande de todos me facilita el hecho de no levantarme a buscar más jugo de naranja.

Mi gata duerme sobre mi cama, lo primero que pienso cuando la veo, es que la frazada que esta sobre el cubrecamas va a quedar eternamente llena de infinitos pelos, dos eternidades en un mismo tiempo, ninguna muy positiva. Luego pienso en que por lo menos volvió a dormir conmigo, hace un tiempo no lo hacía. Aunque en este momento no este acostado, y cuando lo estoy, puede ser molesto e incómodo porque es muy invasiva, pero por lo menos duerme conmigo como cuando era chica. La crie con un poco de frialdad esperando protegerla de malos hábitos, lo logre a medias y el resultado más cruel de mi crianza fue que no me quiera tanto, me quiere, pero no viene cuando la llamo ni parece preocuparle si no estoy. En algún lado alguien dijo que eso era bueno, solo recuerdo algo así como “quiere a las personas como a un gato” no sé si era querer o amar, pero mi gata me hace entender que es libre, y que no me quiere tanto. Dejo de dormir conmigo cuando una chica con la que salía se empezó a quedar en casa, al parecer llevo tiempo la reconciliación, después de que me dejaran tardo meses en volver a dormir conmigo (sigo hablando de mi gata). Por lo menos es invierno, y hace frío, y mi pieza es la más fría, y aun así ella elige dormir conmigo, creo que me quiere un poco.

Últimamente tengo una tendencia decadente y adictiva con estar acostado. Leí en algún lado que es una especie de obsesión o enfermedad con estar en posiciones horizontales, cuando no estoy en mi cama me acuesto en el sillón, y los pocos momentos que estoy erguido son durante la cena y mientras escribo, a veces salgo a comprar, pero pareciera que cada vez lo hago con menos frecuencia. El mundo incentiva mi postura, me aburro fácil, y el frío me pide que me tape con esa frazada peluda, y mi gata se pone en posiciones que me dificultan levantarme. Todo es una excusa para recostarme, aunque no las necesito realmente, solo quiero estar acostado, me pregunto que relación tendrá con la muerte, quizás estoy deprimido. Estar acostado es similar a estar en un ataúd, el descansar se asocia al descanso eterno solo por sus palabras. Ahí va otra eternidad, y sigue sin ser positiva, el panorama no es muy alentador. Sinceramente no quiero morir, disfruto de esto un poco más allá del aburrimiento, pero a veces se me escapan palabras que incitan a la idea, como “que ganas de morir” no es que realmente sea así, pero a veces la idea de no existir parece tranquilizadora, no por más de dos milisegundos en donde pienso lo lindo que es seguir viviendo, quizás no este tan deprimido. A veces, cuando salgo a comprar alguna cosa, puede ser el pan a menos de 100 metros de la reja de mi casa, canto canciones enteras sobre lo triste que es la vida, canciones inventadas que brotan de mi mente y de mi boca como si existieran en algún lugar. Otras veces pasa lo mismo, pero con contenido alegre, pero no son obras tan buenas como las melancólicas, aunque las otras tampoco son la gran cosa.