Me despediste como canción que se tararea porque no se recuerda su letra, aquella que repercute, pero no se escucha. Me tienes en la punta de la lengua, sin algo que empuje a sacarlo.

La muerte es más piadosa cuando la otra pena se encuentra en la memoria, no hay flores para un desconocido. Ya he desaseado mi jardín por la pregunta de cómo saciar la frustración, aquella causada por negarme a esta conclusión, no obstante, los pétalos no cuentan para dar respuesta cuando ya están marchitos.

Y ese fue el final, donde te fuiste cual cigarrillo malgastado, desvaneciendo tu presencia lentamente, dejando una colilla sin gracia, adornando el ambiente con tu aroma que sigue presente, y en medida que me acostumbro a ello, me convierto un poco más en un fumador pasivo.