He gastado tanto tiempo en amoldar(me) a golpes, que empezaron a creer que hablaba en morse. Haciendo(me) añicos (en tantos aspectos) termine por descubrir que no hay dolor que la desesperanza no opaque.

Y es que cuando los intentos se convierten en manotazos de ahogados, durante un naufragio de soluciones, el otoño se vuelve inminente. Padeciendo su crueldad, arrancando las hojas de mi jardín con tanta impunidad.

Finalizando con una deforestación, natural y sentimental.