De nuevo yace el tempano desganado, jurando no derretirse, tal como un niño que cruza los dedos, sabiendo que no lo cumplirá. Las gotas cada vez se disfrazan con menos facilidad.
Es el calor de enero.
Las flores no son tan bellas cuando intentan significar perdón. Deambulando perdido una vez más en el jardín de las disculpas, decorado con semejante lápida disártrica, padeciendo el hedor marchito.
Es el frio de enero.
Me acribille una y mil veces con tus recuerdos malogrados. He tirado la pelota lo más lejos que pude, mientras deseaba, en lo más profundo de mi ser, verla rebotar. Padeciendo resfríos, cuyos estornudos eyectan secretos que intento hacerme, secándome con papeles que he intentado lograr, pero siempre quedándome con el rol secundario.
Son las temperaturas de enero.