Fui a encontrarme con Julieta. Eran eso de las 8 de la noche. Nos íbamos a encontrar en el parque federal por donde están los juegos. La noche estaba fresca. Me arrepentí de no haberme puesto algo más abrigado. Cuando llegué ella ya estaba ahí, sentada en las hamacas, la luz la alumbraba y dejaba ver sus ojos un poco llorosos. Me acerqué a ella.

-¿Estás bien?

-Si, solo que pelee con Tomas 

-¿Otra vez?

Ella asintió levemente con la cabeza. Yo tome lugar en la hamaca de al lado. Les dos nos balanceábamos de adelante hacia atrás levemente, nuestros pies apenas se separaban del piso. 

-Vamos a caminar

Le dije y nos levantamos al mismo tiempo. La luna alumbraba a la par de las luces del parque. Era tal el silencio que se escuchaba hasta el ruido del pasto seco siendo removido por el leve viento que soplaba. A medida que avanzábamos las lágrimas de Julieta se iban secando.

-Estoy cansada del amor

-Jajajajajajaja

-No te rías, lo digo en serio. Estoy cansada del amor

-¿Y qué pensás hacer? ¿Vas a dejar a Tomas?

-Tomas no me ama. Lo veo en sus ojos. Soy yo la loca enamorada.

-Entonces no sé por qué le das tantas vueltas

-Porque duele, duele amar tanto y que no te lo devuelvan

-Si no lo sabré a eso yo también

-Estamos maldites en el amor

-Algo más que tenemos en común 

Seguimos caminando. El parque estaba vacío. A lo lejos pude ver un perro. Nos acercamos y nos sentamos en el banco que justo estaba ahí. El perro se echó al lado nuestro. Prendí un cigarrillo y me puse a ver las formas que dibujaba el humo en el aire.

-¿Querés uno?

-No, gracias. ¿Cómo haces para estar tan tranquilo?

-¿Tranquilo? Estoy desesperado

-¿Por?

-No sé qué hacer con todo este amor adentro mío 

-¿Y Nicolas?

-No nos entendimos. Desde el principio fue complicado

-¿Y qué buscas?

-Alguien que se banque todo el amor adentro mío. Siempre me pasa que pareciera que se agobian, como si fuese demasiado

-Te entiendo

-Como ese verano que llamaba a Olivia todos los días de la semana, pero solo me atendía dos.

-¿Y qué le contabas?

-Nada, lo que estaba haciendo, que la extrañaba y que me estaba muriendo de calor

– Que terrible, 2 meses de calor agobiante y sin amor

Les dos suspiramos. Terminé mi cigarrillo y retomamos la caminata. Acompañé a Julieta hasta su casa, nos despedimos y volví caminando por la avenida hasta mi departamento.

2 meses de calor agobiante y sin amor

repetí en voz baja ya en el living mientras abría una lata de cerveza en el sillón.

Me desperté a las 11. Era domingo y no tenía nada que hacer. Me dispuse a tomar mates y mirar por el balcón. Me parecía sorprendente la cantidad de gente que pasaba sin saber que yo vivía ahí y yo sin saber a donde iban. A veces, cuando me aburro, imagino las vidas de esas personas. Paso mucho tiempo pensando en les demás y poco en mí. Eso es algo que me resaltó mi psicóloga varias veces, tampoco me parece mal.

El mate ya estaba lavado, era hora de volver a la realidad. Me fijé en mi celular y tenía una notificación de mensaje de mi mamá. Quería que vaya a cenar con ella. 

Mi relación con mi mamá era algo complicada. Nunca nos entendimos pero nos teníamos un cariño diferente. Desde mi transición, nos alejamos todavía un poco más. No era que no me quisiera pero existía una cierta resistencia a la idea por parte de ella de que ya no era más su hija.

Salí en bici a su casa, quedaba a eso de media hora pedaleando lento. Iba con mis auriculares puestos escuchando Frank Ocean a todo lo que daba. Andar en bicicleta siempre me hizo sentir libre. No me importaba nada más que el viento en la cara. Suave, como una caricia. Me ayudaba a no pensar tanto.

Cuando llegué, mi mamá abrió la puerta y me dio un abrazo. Nuestros abrazos siempre fueron largos, como si siempre nos estuviéramos despidiendo. 

Hacía ya varios años que mi mamá vivía sola. A veces me sentía culpable por no visitarla más seguido.