El desamor se traduce como la inconclusión habida en los testamentos jamás cumplidos, expuestos en ciertas cartas llenas de intenciones a transmitir algo que, análogas al pedazo de papel, yace encajonado. 

Allí es donde la melancolía toma un significado odiseico, sumergiendo al heredero a recorridos traumáticos, destinado a tales profundos cajones, con el deseo de encontrar alguna caridad otorgada por aquel antiguo socio. 

La superación es sinónimo de la aceptación conseguida al ceder ante la confesión de que aquello, poseedor de naturaleza intangible, ha cambiado su esencia. Superar es una invitación, la cual nos interpela y convoca, para despojarnos de un derecho que hemos perdido, pero aún creemos tener. Una solicitud a la verdad, quien nos tacha como propietario ilícito, convirtiéndonos en nuestro miedo.

Un testaferro más.