5

El uso de la palabra

(…) para decirles a todos que pueden ir a sus casas, estamos fuera de peligro. Los perros ya fueron estampados en hermosas sedas. Mañana habrá graciosas prendas para nuestras chicas, se entregará sólo una por persona.

Se trabajará día y noche para que la velada del jueves sea un éxito. Descansen. No todos somos todos, alguno se sacrificará, pero trataremos de que no sangre siempre el mismo. Confeccionaremos un minucioso almanaque ordenado por turnos. Los niños irán al guardarropa hasta las cuatro de la mañana. Los padres bailarán libremente el minué.

Luego del baile hablarán los ancianos. No son sabios pero son viejos y hace mucho que están esperando. Será obligatorio escucharlos (No necesariamente de pie, sí en el más absoluto silencio).

Luego entrará la señora en perfecto estado de conservación, todos podrán besar sus manos pero quedarán terminantemente prohibidas las preguntas. Que conste que no es por prohibir, simplemente su lengua ya no funciona y la espera de una respuesta le altera el estado nervioso. Igualmente seguirá con su toma gestual de decisiones.

No más burlas a la elegancia, el jueves quedarán del todo abolidas. El premio al respeto será un bello uniforme de ganadero: mucho cuero, una rastra y un distinguido acento de carácter paternal.

Ahora, cada uno a su pupitre.

6

Los albores de la nueva historia

Bárbaro aprieta en la zona indicada. Sale la luz como de un pozo. Revientan algunos insectos, los de la oscuridad, y el Marqués llega con su carro lleno de lamparitas.

«¡Haga la venia, turro!» grita y se configura en otro. No siente el horror, sólo son los ojos. Algo ve, pero desparrama lamparitas por el pasto. El ruido de la suela contra el cristal que estalla le marca el sur. «Ahí voy» y se abriga. No sabe que por aquí, y en esta época, las mañanas son tibias como la goma. El amanecer lo va a desabrigar, y con el pecho casi al aire sentirá la catástrofe. Se abrirán zanjas y brotarán algas, hijas de un rocío demasiado de la noche.

Siente un orgullo mocho por ser parte de la campaña. Es como un mástil, oportuno: útil para algunos, otros miran.

Conquista un sembradío, mata dos peones y pisa algunas espigas demasiado verdes. Oscurece y rompe dos lamparitas contra una piedra, se ilumina y elige sitio de descanso. Entierra las botas para borrar las huellas y mete los pies en una montaña de bosta cálida.

La revolución recién empieza.

7

La vida en la vida

Se evaporan. Los últimos alcoholes de la tarde borronean la perspectiva. Un cardumen de gansos salvajes como ya no quedan, sale del atolladero «El potro». El último de los atolladores baja la persiana y es chueco, está descalzo y lleva honores en los callos. Contonea las caderas accidentalmente y eso incide en la opinión pública: “Si para puto hace falta una nota y el guacho no desafina” dicen. No sabe que le sale hasta que lo manotean, después lo desapodan y viene el rebautizo.

El Mami es chongo por antonomasia y saca el rebenque. Ilumina al hombre en su desgracia, dos sopapos, lo alcoba y después lo disfraza.

Acaso no preñaron el otro día a una botella ¡pues entons qué importa! De acobardar se hace el queso, de fruncir se lo prensa, de a saltitos no se llega nunca. La fórmula es inevitable a esta altura: candidez más cocción da absolutamente lo mismo. Con un poco de tierra: ladrillos, con un poco de agua: revancha.

Orejeando un poco se llega y este es momento de consejos. No dar lugar al padrillo es anticonceptivo hasta que el sol se anaranje, después correte que no quema, desparrama guasca inservible por todos los costados. Una bolsita de agua caliente para los culitos, para ensalzar espaldas sedientas.

Así es la vida en el campo, así en la siti. Así en todos lados donde anda poronga suelta y hueco dispuesto a registrarla.

8

Is the final countdown

La patria trabajadora se pone las pilas y anda como un vibrador. Salomónica decisión para épocas de abulia, todos van a los saltitos derecho a los altos hornos.

Mi hermana compró una carpa y pasa los días practicando el armado, dice que es una cuestión de conducta y así milita en el PC. Los demás miramos alarmados. Papá putea porque le salió zurdita.

La conga no está para tres, rastrillajes ordenados minan el microcentro y las manos del general no aparecen. Circulan informes sobre el paradero, se rezan consignas patrias y reclaman propiedad. Pero la contra responde con argucias y quiere dividir bienes: las manos son de la patria y las armas son del pueblo. Mientras mi living se llena de polvo, escucho todo atento por radio y mamá pedalea su bici sin ruedas.

Difícil el asunto del momento indicado, hace meses que no salgo y espero escondido con el artefacto armado. De cagón extendí el plazo, treinta días más de dulce espera, luego traslado seres queridos al campo, armo fogón y ronda y con todos de la mano detono el aparatito.