El conocimiento general del mundo parece ordernarse mas en base a la experiencia sensible de nuestros amigos que por la información que nos acercan las revistas científicas, los especialistas de alguna disciplina o los periodistas serios. Incluso los datos mas inofensivos y consistentes hacen agua frente a la sospecha de algún cristiano. No importa que la panadería abra a las ocho. Basta que alguien jure que pasó por esa esquina a las siete y media para que un halo de imaginación colectiva se recueste sobre el negocio. No depende tanto del cartel la hora en que la panadería abre.
Para desarrollarse con cierta comidad en esta vida usted debera tener a bien que es posible que, todo lo que a sus oídos haya llegado, fue antes pervertido por la buena memoria de los transeuntes. Porque aquí lo que verdaderamente importa es que al flaco se le ocurra decir que abre a las siete. Ya sea porque los amigos del flaco son muy cagones como para discutirle, o lo quieren lo suficiente como para no dudar razonablemente de sus enunciados. Y como no hay mejor teoría esto es verdad digamos que por puesto vacante.
Un ejemplo hermoso de esta demencia colectiva pasó hace unas dos semanas en Laferrere. Precisamente en uno de sus meados y calientes cajeros automáticos. Este ejemplo nos sorprende a mi madre y a mí haciendo la fila de los penitentes que esperan por su plata. Y es que a alguien le tenía que tocar hacer fila justo justo justo cuando al banco propuso el funcionamiento de un solo cajero.
Entendámonos. Anda uno solo denunció un flaco que dijo una vieja que dijo otra vieja más vieja. Y uno qué va andar dudando de la buena leche de la gente, finalmente tan miserable como uno. ¿O por qué alguien en esta vida diría algo que no fuera cierto?
Cuestión que el espectro sensorial de una jubilada determinó el ritmo con que se despachaba la angustia fiscal de los pacientes ciudadanos, cosa que llevó a esta dupla a esperar por una hora de febrero lo que en quince minutos se resuelve. Pero yo de muy chico predico la presunción de pelotudez porque todos tienen derecho a ser tomados como tal, aunque sea para luego refutarse.
Instruí a mi madre a que probara suerte en uno de los dos cajeros que no funcionaban, que yo me iba a fijar en el otro. Y arribo el punto central de mi relato si digo que andaban. Andaban del verbo la gente es imbécil y uno demasiado vivo. El pueblo laferrerense no tardó en celebrar ese hecho tan poco natural que supone la elaboración de una hipótesis, su verificación, la posterior conclusión y la difusión de los resultados.
Y es que parece que es así de facil. Para que el cajero no ande hace falta decir que no anda y se acabó. Tal es la fuerza del lenguaje. El sujeto no quiere pasar por una verdulería cerrada, por lo que se apoya de sensaciones heredadas que le van armando una idea general de a qué hora cierran los locales, pero tambien de cómo son los japoneses en la calle y por qué la cosa en este país no funciona. Tres cosas que en su perra vida siquiera dudó saludablemente. Y yo que siempre llego tarde a las grandes verdades de la humanidad, pienso que se puede sacar algún provecho de todo esto.
Y así es como entramos nosotros de colados a la ciencia pedorra del hombre común. Imagine que está debatiendo con su suegro supongamos sobre la correcta o no implementación de los planes sociales. Bueno. Bastará que usted le mencione algún conocido, digamos compañero de laburo que vive al lado de una chabona que tiene más hijos que años en la secundaria. Diga que esta le saca por mes al estado toda la guita que le es humanamente posible y que se la gasta en manicuría. O mejor diga que compra droga.
Cuando su suegro se de cuenta que usted cobra el progresar y que tampoco trabaja ya será demasiado tarde. A él no le da el cuero para tratarlo de mentiroso y menos delante de la hija. Entonces su suegrito tendrá que tomar esto por cierto y meterse sabemos donde sus argumentos sobre la seguridad alimentaria. A esa altura del debate, de él solo habrán quedado las cenizas.
Y así señores me alegra decirles que funciona el mundo.
Yo mismo me rompí de argumentar con la vida de amigos que no existen y postulé las ideas arbitrarias diciendo que había leido en internet un estudio de la Universidad de California al respecto. Y miren hasta donde llegué leyendo contratapas. La gente me tiene por bueno porque cito estudios del MIT que no existen. Fuente creéme porfa. Qué ganzada puedo decir yo que no haya dicho otro.
A quien leyere lo invito a que abandone la solemnidad que implica decir la verdad. No hay sanción alguna para el verso. Y si alguien nos pone en duda retrucar: ah pero cómo ¿entonces mi amigo miente?
Miente el emaití les diría, cayendo mis siete vidas de pié, subiéndome a cualquier colectivo llegando fresquito a la esquina justa donde quería bajar.