Últimamente

soy una noche

absoluta.

Me encuentro

rodeada

atrapada

sin salida.

Me siento

ahogada

desesperada

con miedo

de quedarme ahí

y no poder salir.

Grito

y lo único que escucho

es silencio.

¿Cómo salir?

¿Cómo encontrar la paz?

Me aterra 

estar sola

pero me aterra

aún más

arrastrar a alguien

a mi oscuridad.

Me callo

me abrazo

y espero a que llegue

la luz.

Pero la luz

no va a llegar sola

necesita que la deje entrar

pero yo no quiero

dejarla entrar

porque no quiero ver

lo que esa oscuridad

está ocultando,

lo que sé

que está allí

pero no quiero ver.

No estoy lista

 para ver

porque sé

que va a doler.

Pero la luz

llega 

de manera

inesperada,

con otro formato.

Pequeñas estrellas

van iluminando

la oscuridad

primero brillan

con timidez

pero a los pocos segundos

se encienden 

como faroles

con confianza

mostrándome

que no estoy sola

que ellxs

siempre están 

acompañándome 

abrazándome 

iluminándome el camino.

Las observo

y se me llena 

el alma 

de luz 

de calor 

de afecto 

de felicidad

y toda la tristeza,

aunque no se va por completo,

disminuye 

y otro sentimiento nuevo 

la sustituye:

el sentirme

acompañada

querida

valorada.

Y, aunque vuelva

a ser noche,

sé que no seré

noche solitaria

nunca más.