Alguna vez
de las veces que estuve perdida
deambulé entre humos y tragos
hasta llegar a tu aura en donde no dejaba de indagar,
a tus manos que temblaban con firmeza.
En ese mar de gente
tu cuerpo fue una isla
y tus ojos la luz del faro que seguí
hasta aterrizar en tus besos delicados.
Las culpas apretaban desde adentro de la almohada,
desde lecturas que preguntaban «qué hiciste»,
desde peldaños rotos que quebraban antes de que los toque
«Ni lo intentes» decían.
Pero en tu piel encontré algún fragmento de libertad,
tenerte en mi cama fue una línea de fuga deleuziana.
Cuando estés perdido
podés buscarte en mis caderas
no te aseguro que vayas a encontrarte
pero puedo acomodar algún placer en tus dilemas.
Alguna vez
de las veces que estuve perdida
encontraste en mí, para vos, un refugio.
Busqué tu sonrisa transmisora de inocencia.
Tal vez alguna noche
advertí a mis demonios que no tenían lugar en mi cama
porque dormías conmigo
y te hice un lugar entre frazadas,
me aferré con las uñas a tu espalda
sin preguntarme por nada
ni rebuscar en lógicas inconclusas.
Prefefí dejarme estar,
dejarme contemplarte ser.
Tu misterio me llamaba cada vez que confesabas
abriendo tus ojos, tus miedos, tus penas,
hice rutina de tu sabor,
no quise seguir intentando analizarte
porque últimamente sos la incógnita más linda que me carcome.
Sonaban truenos
y yo sólo quería cuidar tus brazos,
hacer de esto un lugar al que puedas volver
cuando sientas que relojes te hacen daño,
hacerme de vos,
tenerte conmigo
cuando los espejos me digan que no hay nada para mí.
Nunca antes había visto un color semejante,
una ternura tan disruptiva.
Cuando mis pies dolieron de tanto pisar tierra firme
encontré en tus ojos el cielo más despejado.
Yo te resguardo,
vos me hacés volar.
No te prometo que no sea un caos,
pero hoy puedo hacerte un lugar para que acomodes el tuyo
y los dejamos dormir mientras nosotros estamos despiertos,
sentimos el tacto de acuerdos inexplícitos,
o de la espuma de un trago que preparé
porque no quiero dejar de escucharte.
Alguna vez
de la veces que estuve perdida,
ordené mis bloques con rigurosidad
pero llegaste rompiendo mis cabales
y yo recolecté miles de letras que acomodé en poesía,
un poema que al final, era fácilmente resumible en dos palabras:
¿Nos vemos?
De las que escriben en insomnios