De las veces que estuve perdida (II)
Si alguna vez
de las veces que estuve perdida
fuiste mi línea de fuga,
me devolviste al mundo de las lógicas.
De ser rutina y contención
a sentirme un trámite menos en tu agenda
de esos que dejás para después,
de esos en los que no querés pensar durante el fin de semana
y ahora deambulo como un fantasma
por el modus tonens más básico
tan evidente y tan irresoluble.
Mi cabeza tambalea por el cansancio
y ya no tengo un hombro en el que descansar,
ni tus piernas para sentarme,
ni tus brazos que aprietan
ahora sólo aprieta esa frase:
“¿Me vas a devolver el corazón?”
fue hermoso creérmela por unos meses.
Si alguna vez
de las veces que estuve perdida
fuiste mi escalofrío
nunca saliste de ese papel.
Sos ese instante de piel erizada
que se instaló en la permanencia
desde una noche de mayo
en la que te seguí sin cuestionar;
en la que salvaste mis senderos
y mi filosofía.
Te escondiste del frío en mi pecho
Hasta esa tormenta de noviembre:
nunca antes te había sentido
tan inaccesible.
Me emborraché con tu voz
y ahora enfrento esas nostálgicas resacas
de domingos nublados.
Me acompañaste a sufrir el invierno
que ahora, en plena primavera,
recorre mi cuerpo
aunque me proteja cruzando los brazos
porque te creo
cada una de las partes
de la totalidad de tu ternura;
le creo a tus ojos,
le creo a tus abrazos,
le creo a tu silencio
que nunca terminé de desenredar.
No tener que esperarte
es un alivio espantoso;
y seguir esperándote
la esperanza más perversa.
Así que mejor
me quedo con ese vos
que me dejaste justo al final
y cada una de las veces
en las que esté perdida
voy a imaginar lo que escribiste
con tu suave tono de voz
y con una vibra de aliento:
“Espero que seas siempre feliz”. ♥️
Te deseo (carta en versos)
Nunca te lo dije, pero yo también espero que seas feliz.
No podría ser de otra manera porque sabés que te deseo,
pero no hablo desde la individualidad ni desde el placer particular.
Deseo incluso que no pienses tanto en mí si mi recuerdo irrumpe en tu bienestar.
No te deseo para mí, te deseo para vos:
te deseo que te veas y te quieras abrazar; que aprendas también a abrazar la culpa y los pensamientos intrusivos; que te quieras tanto que hasta te enamores de vos; y si te enamorás de alguien más te deseo una relación análoga a la amistad: fluída, recíproca y totalmente vacía de exigencias.
Te deseo que te admires como yo te admiraba desde la cama; que te mires al espejo y adores tus brazos, tu espalda, tu sonrisa; que sea tu cena la satisfacción y te duermas con paz, sintiendo que merecés cada sensación de tu descanso.
Te deseo un café perfectamente atemperado a la mañana; que te vayas a trabajar y pasen en la radio tus canciones favoritas, que interrumpan un instante tu tarea para llenar tus oídos de los acordes, que sientas que es a vos a quien vienen a buscar.
Te deseo una ducha caliente y un asado bien preparado para cortar la semana, que el jugo de la carne y la espuma del fernet encajen prolijamente tu carpe diem en esos momento de placer.
Te deseo gritando un gol de tu equipo de fútbol, que se apodere de vos la euforia y caigas de rodillas al suelo preguntándote si estás soñando, que grites desaforadamente y saques todo lo que te callaste, que seas tan feliz que no encaje tu alegría en los parámetros de este mundo, que vivas para siempre en ese recuerdo apasionado.
Te deseo que te quedes a vivir en tu descripción de los momentos previos a hacer un try. Que sientas en tu cuerpo una adrenalina preciosa, el aliento de los tuyos aunque no los veas en la fugacidad de la tensión, que sientas acercarse mil abrazos y que te sientas realizado, que estés acompañado, que acumules muchos recuerdos así, que no quieras olvidar, que nada más ocupe tu cabeza que esos momentos tan tuyos, que sean siempre tuyos, que sean siempre para vos.
Te quiero conmigo
pero si preferís irte,
como efectivamente lo hiciste
y como una vez te pedí que hagas,
te deseo así,
te deseo toda una vida
que sea completamente tuya.