Así que ahora descubriste tus manos.
Y eso que ves, ahí arriba, es el sol. Si haces así, podrás taparlo con un dedo. Con el lleno de tus palmas, podrás tocar el agua y sentir cómo se disuelve algo en vos, no tengas miedo cada vez que esto pase.
Esas siluetas que cuelgan en el aire, sombras y luces volando arriba tuyo, son círculos dorados que te cubrirán el pelo. A veces, cuando juntes las manos, podrás alzar la tierra, tocar el pasto. Algunas hojas te murmurarán cosas cerca de tu cuerpo. Y esas extensiones que ves, son tus brazos.
Un amor te abrazará, con ellos deberás acariciar su espalda, bajar hasta la cintura -perdón, sé que sos un recién llegado, estoy apurado- vos no te apures. Vas a nadar, que es parecido a desaparecer en medio de una suavidad azulada o verdosa, y cuando te canses de nadar y el mar aún te corra y atraviese, solo baja las extensiones y recordá este poema de Juanele -que voy a dejar debajo de tu mueble- “dulce es estar tendido fundido en el espíritu del cielo”. Por eso es importante escuchar todo, no creas todo lo que te dicen. Tocá el aire, el rocío que cae en invierno son pequeñas estrellas de donde venimos y cuando sientas en las yemas de cada uno de tus dedos la textura de un árbol, de una flor, ahí vas a escuchar el soplo de tu brisa interna. No te apagues. Te recomiendo que apoyes tu oído en las cosas que nadie más lo hace, en las paredes, pasto, en el pecho de las personas muriendo, cada muerte deja un secreto y alguien debe escucharlo.
Te llamas Luciano, es un buen nombre – ahora me miras, y lo que ves son mis manos agarrando la manta que te cubre del frío- es muy seguro que más tarde te digan Lucho o Luchito.
Lucho, a veces te sentirás adolorido, y confuso, un río robusto. Todas estas palabras que te nombre, vienen en vos, sabrás entender, no solo se leen las palabras, se las imagina con cuerpo y boca. Cada palabra es un desplazamiento en la creación de las cosas y después es necesario olvidarlas. Otras veces te sentirás vasija rota, pero no temas. No hay nada más real que el dolor Luchito. El dolor querido mío, solo es la belleza tardía, por eso te dolerá tanto. A esta altura te preguntas muchas cosas, por eso mirá lo que escribí en tu costilla, ¿lo leíste? ¿Qué son las palabras Luchito?
Nadie puede tener más de una respuesta, no es sano ser muy inteligente.
Ahora, debo irme. Tapame los ojos con tus pequeños recién formados dedos y ahora te vas a agarrar la boca con rabia, y no será un tumor lo que crece junto a tu axila, sino tu existencia, ahí doliendo. Todo te hace, todo te deja y te pierde.
Y ahora, este diario que estás sosteniendo, seguramente encorvado -porque sos una réplica de ella- y tus brazos son iguales a los que una vez fueron míos, ahora son tuyos. No temas demasiado.
La vida es un río Luchito, estas son tus primeras brazadas, no te ahogues tan rápido. Todo ocurre al mismo tiempo y se pierde. Si el cuerpo te pesa hacia adentro, te hunde, estarás descubriendo tu alma. Escuchala.
Ahora dejá este diario, andá a nadar, jugar a la pelota o con verbos. Yo vivo en vos, en cada palabra que sale de tu boca, Luchito.