Autobiografías en las paredes

Tengo que decirle a Romina algo sobre mí, y según me ordenaron debe ser algo bueno. Me presento. Me promociono. Y me vendo. Habíamos charlado ya de esto. Una enorme sonrisa que me llegue hasta el cuello. Lo extraño es que me parezco más a una mueca de tristeza. No converso con Romina sobre esto porque empezaría con la subjetividad y la pérdida de peso. Romina hablaría del peso de las situaciones, de los triviales que son a veces nuestras conversaciones, mientras aún seguiría sosteniendo sus grandes y extensas bombillas, pendiendo de un hilo que Romina ha colgado recientemente en el cielo.

Romina expresa su autobiografía, como si la estuviera inventando en el momento, podríamos decir que llega a capturar, en tan sólo dos líneas, su trastornada y retorcida psicología: “soy hija”, dice y ahí es cuando entendemos las complicaciones de la vida. “Nací en enero”, repite, ahí comprendemos mejor porque continúa girando la bombilla. “Tomo mate”, así es como finaliza su autobiografía.

De Romina… ¡Cómo decirlo! Ustedes saben más de Romina que lo que yo he podido capturar en meses y meses de observar su comportamiento.

Romina: hija de Dios. Nació en enero, y toma mate cada dos por dos.

Pero Romina también es la persona que está sentada frente a mí.

La misma persona que se asquea con los mates y frunce el ceño sin saber bien qué decir.

Romina es la misma persona que jura y perjura haber nacido en enero, contrariando a su propio DNI.

Romina es la misma tierna mujer que me mira a los ojos y dice quererme.

Romina es la misma mujer que finge ser honesta y me miente.

Anda sosteniendo apariencias delante de la gente.

Dice que nos llevamos bien, aunque eso nadie se lo cree. Romina tiene la obsesión de tener que aclararlo todo lo tiempo y me enferma.

Todos los míseros días, Romina clava su sonrisa en mí y comienza a narrarme su autobiografía, como si se tratara de un currículum, como si estuviese buscando un trabajo. Pero me confundo, lo único que Romina quiere es que yo sea capaz de leerle mis más mortificantes descripciones, decido, en cambio, lo siguiente: las escribo, uso mis piernas como mesa y se las dejo en el retrete.

Autobiografía:                                                                          

SOY PERFECTA.

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